Libro #1
Leire y Bendt se han dedicado toda su vida a pretender que todo está bien. Ella siendo la hija perfecta que sus papás quieren y presumen ante la sociedad y él ayudando a quién lo necesita con el fin de evitar que la culpa y remordimiento lo...
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Leire
El lugar no estaba mal.
Madera era el elemento que abundaba en todo el lugar, desde el piso, paredes, mesas y estantes, lo que hacía mantener la calidez adecuada ahora que cambiábamos de estación.
El tamaño... bueno, posiblemente la combinación de la sala y cocina era de la misma dimensión que mi cuarto, sin embargo no era de mi incumbencia mencionar detalles como ese, sobre todo si el dueño me había defendido de un ataque.
Es que ni siquiera me imaginé que Alex podría convertirse en alguien violento. Era imprudente, descuidado, obstinado y a veces irritable, ¿pero llegar a estos extremos? Nunca antes me había tratado así de brusco, debía tomar cartas en el asunto para evitar que vuelva a ocurrir.
Tecleé lo más rápido que pude un mensaje conciso y directo, que esperaba fuera lo suficientemente llamativo para que el destinatario me respondiera lo más rápido posible.
No era necesario mirarlo directamente para saber qué hacía, solo bastaba escuchar sus pasos indecisos yendo de un lado a otro sin saber qué hacer ni cómo actuar.
Al escuchar las suelas de sus zapatos daban una cuarta vuelta en el lugar, decidí que era suficiente.
La sangre se había secado en una parte de su barbilla, ahora solo se notaba una pequeña hinchazón en la esquina de sus labios, pero para mañana posiblemente la zona se volvería púrpura.
Él no parecía notarlo porque sus ojos se enfocaban en el desastre que eran sus manos. No lucía como la misma persona que golpeó sin dudar a un desconocido.
— ¿Bendt? — lo llamo suavemente porque podía ser muy jodida, pero dudaba que imponer mi actitud lograría calmarlo.
Alza el mentón luciendo como un corderito y eso casi me conmovió. Casi.
— ¿Mmh?
Doy golpecitos en mi boca, en el mismo lugar donde se encontraban sus heridas por lo que al copiar mi acción se encogió de dolor.
— ¿Tienes pomada o loción para curar esas heridas?
— No te preocupes, puedo hacerlo solo. — se notaba por la forma en gesticular que pronunciar unas cuantas palabras le dolía. Me atrevía a juzgar por la forma que fruncía el ceño cada que tocaba la zona, era la primera vez que recibía un golpe de esa magnitud.
— Pues estoy de buenas porque quiero hacerlo, así que ve a buscar las cosas mientras busco hielo para desinflamarlo antes que te hagas más daño.
Intenta replicar una vez más así que lo mando a callar señalando con la cabeza las escaleras.
Encuentro un pequeño mantel en la cocina y al buscar algo de hielo me doy con la sorpresa que la nevera se encuentra vacía a excepción de un par de tomates pasados, un ajo y una botella de agua.