La Ira de un Dios

Capítulo 8: El Ritual

Midna volvió unas horas después con todo lo necesario para llevar a cabo el ritual, los tres se dirigieron al patio del castillo, dónde Midna comenzó creando un círculo mágico en el suelo, al finalizar le indicó a Link que se acercara, (ella ya se encontraba dentro), –lo primero que necesito es un objeto valioso para ti, –le dijo la chica, él inmediatamente se quitó la cadena del cuello de la cual pendía el anillo, Midna lo tomó entre sus manos murmurando algo en voz tan baja que a pesar de estar a medio metro de distancia el chico no logró entender lo que decía, –ahora, –miró a su amigo en son de disculpa, –necesito que vuelvas a recordar lo sucedido esa noche, –el muchacho no necesitó preguntar para qué, ya lo suponía, cerró los ojos y se concentró en revivir lo sucedido, el recuerdo resultó aún más vívido y doloroso debido a sus constantes pesadillas, apretó los puños con fuerza sintiendo como una lágrima caía por su mejilla, sin previó aviso la misma ira se apoderó de él, quien profiriendo un grito de dolor se transformó, abrió los ojos para ver a Zelda quien lo miraba bastante atemorizada, Midna en cambio permanecía impasible, –guau, es más impresionante cuando lo ves con tus propios ojos, –comentó despreocupadamente, su amiga la miró como si se hubiera vuelto loca, –de acuerdo, –dijo ella acercándose a Link, –ahora, ponte esto, –le tendió la cadena y el chico se la puso, un leve destello se desprendió de ésta en cuanto entró en contacto con su dueño, –mientras la lleves puesta te permitirá transformarte a voluntad, tal y como lo hacía el Cristal Oscuro y al igual que el cristal oscuro albergaba el poder del Crepúsculo, este anillo alberga tu dolor y sufrimiento, mismos sentimientos de los que éste ser fue creado, –explicó su amiga, él simplemente asintió –ahora intenta volver a la normalidad –pidió Midna, Link volvió a cerrar los ojos y respiró profundamente una vez para calmarse, volviendo a su estado normal, –¡Excelente!, –exclamó la chica entusiasmada, mirando a los otros dos, el muchacho lucía cansado y Zelda aún no terminaba de reponerse de la impresión.