Capítulo 1

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¿Alguna vez te has replanteando la idea de ser la sumisa personal de uno de los mejores dominantes del país?

Fiammenta nunca había pensado en ello, su vida era totalmente ajena al BDSM y también a él.

Pero entonces sucedió.

Empezó a trabajar en el club cuando apenas cumplía los veinticinco años, la curiosidad fue más grande que ella y terminó cayendo en las garras del maestro de Jesús, quien podría llegar a ser peor que un depredador en algunas ocasiones. Podría darte los mejores orgasmos de tu vida pero también te podía dar los peores castigos.

La pelinegra soltó su cabello para verse más sensual esa noche, llevaba más años que todas las camareras y que las sumisas, era obvio que Zabdiel le había tomado aprecio en todo ese tiempo. Caminó por el lugar llamando la atención de varios hombres que sabían que no debían siquiera lanzarle un piropo, el collar en su cuello indicaba a la perfección que pertenecía a la sección azul y por lo tanto que el dueño de su cuerpo mientras lo llevaba puesto era nada más y nada menos que Zabdiel de Jesús.

—Buenas noches, señor.— susurró bajando la mirada en cuando se acercó al dominante.

Tantos años de aprendizaje le habían enseñado a ser una sumisa ejemplar.

—Siéntate, muñeca.— dijo Zabdiel palmeando sus piernas.

Fiammenta compartió una mirada con él antes de obedecer a su orden.

Frente a ellos estaba sentado el dueño de un club de BDSM de Rusia, a sus pies había una sumisa y él se dedicaba a acariciar su cabello.

—No deberías de permitir esto, señor de Jesús, la estás poniendo a tu misma altura y las sumisas deben verse siempre inferiores a sus amos.— opinó él con una sonrisa descarada en los labios—. No quiero dudar de tus habilidades como dominante pero...

—Pero nada, es mi sumisa así que yo decido si quiero que esté debajo o encima.— lo interrumpió mientras tomaba el vaso de ron que estaba en la mesa—. Bebe, mi amor.

Acercó este a los labios de su sumisa y ella no dudó en saborearlo sin despegar la mirada de sus ojos, sabía que Zabdiel hacía eso a propósito para dejar al ruso con la boca abierta.

—Las sumisas no deben de tomar alcohol.— le reprochó frunciendo el ceño.

—Tú lo has dicho "no deben".— se encogió de hombros restándole importancia—. ¿Te apetece darles un show a todos los presentes esta noche?

—Si, señor.— susurró relamiendo sus labios.

Zabdiel sonrió al verla y dejó un corto beso en sus labios mientras la hacía levantarse.

—Espérame detrás del escenario, estoy contigo en unos minutos.

Ella asintió ligeramente, se despidió con brevedad del dominante ruso y caminó con pasos firmes hasta el lugar que le habían indicado.

No era la primera vez que se desnudaba en público y ponía su cuerpo en las manos de Zabdiel, pero aún así se sentía un poco nerviosa. No sabía que le haría, él no solía compartir con ella lo que hacía frente al público, pero aún así sabía que le gustaría.

Confiaba en él ciegamente, literalmente.

—Voy a vendarte los ojos, ¿está bien eso?— pidió su consentimiento mientras se acercaba a ella con una venda azul en las manos.

—Si, señor.

—Ya sabes la palabra de seguridad, úsala si la necesitas.— dijo mientras vendaba sus ojos, se situó delante de ella y tomó su mentón con dos de sus dedos—. Déjate llevar, prometo que todo lo que te haré te va a gustar.

Besó sus labios de forma fogosa, ella gimoteó en su boca deseando más, Zabdiel le dejó en claro que no le daría más hasta pasados unos minutos.

Tomó su mano para guiarla al pequeño escenario que había en el club, ella se agarró a él con firmeza pues no quería pisar donde no debía y terminar cayéndose.

La música cambió en el momento que el dominante bajó el cierre del vestido de Fiammenta y deslizó este por su cuerpo hasta dejarlo en el suelo.

—Si por mi fuera te lo arrancaría con los dientes pero debo de mantener las apariencias.— susurró sobre la piel de su oreja para que solo ella lo escuchara, su piel se erizó al instante tal vez por su sensual voz o por su cercanía.

Su cuerpo no dejaría nunca de reaccionar de tal forma, con él las sensaciones se sentían siempre como la primera vez, por lo tanto todo era mucho más emocionante.

El no poder ver hacía todo más excitante, sus demás sentidos se desarrollaban más y por eso tenía que concentrarse para saber cual sería el próximo movimiento del dominante.

—De rodillas.— ordenó.

Adoptó la postura indicada poniendo sus manos con la palma hacia arriba justo en sus piernas, Zabdiel sonrió de lado al tiempo que pasaba el látigo de tiras por sus hombros, una acción que casi la hace sobresaltar por no estar atenta.

Que estuviera acariciando su piel con un látigo solo indicaba que lo que venía a continuación sería...

—¡Ah!— gimió cuando el cuero golpeó su piel.

Zabdiel acarició su labio inferior con su dedo pulgar e introdujo este en su boca para que ella lo chupase. No hablaban pero si había ciertos códigos entre ellos.

Eso solo quería decir que no había terminado con ella, sino todo lo contrario, acababa de empezar.

—Ponte en cuatro y separa las piernas.— ordenó con la voz suave.

Esperó a que tomara la posición indicada para sacarle la fina tanga que la cubría. Sus dedos agarraron sus nalgas hasta que dejó estos marcados en su piel, acto seguido la azotó.

—Mírate... Tan mojada y tan preparada para mi.— susurró deslizando sus dedos por su goteante entrada y extendiendo su humedad hasta su ano—. ¿Quieres esto, muñeca?

—Si, señor... Por favor.— susurró casi a modo de súplica, aún sabiendo que Zabdiel no la follaría allí frente a todos.

Nunca lo había hecho con nadie, ni siquiera con ella. Así que sabía de antemano que no lo haría y que tendría que conformarse con los juguetes sexuales que eligiera para esa ocasión.

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