Epílogo

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Lyordi estaba aprendiendo a caminar y que mejor que su tío para enseñarle una tan sencilla acción que necesitaría para toda la vida.

—Oh, vamos... No te caigas.— se quejó el pelinegro, quien era el más emocionado por enseñarle la acción.

—Muñeco, más te vale que mi hijo no muerda el piso.— amenazó Zabdiel desafiándolo con la mirada, el pelinegro puso sus ojos en blanco ganándose también una mirada de reproche por parte del italiano que lo acompañaba.

—Dejad de ser tan así... ¡Me estresáis!— exclamó.

—No te preocupes, Zabdiel, cada vez que deje caer a Lyordi azotaré su hermoso culo.

—Ah no, italiano, mantente alejado de mi culo.— siseó entre dientes.

La pelinegra observaba la situación con sus brazos cruzados sobre el pecho, solo había pedido una noche para que cuidaran al muñequito y así ellos poder salir a cenar, una cita a su estilo.

—Ni se os ocurra hacer alguna de vuestras muerdas masoquistas frente a mi hijo o seré yo la que azotará vuestros culos.

—Muñeca, el rollo dominante no va contigo.— murmuró su novio con burla—. Pero en esta ocasión comparto tus palabras, si no lo haces tú lo haré yo.

—¿Azotar tú mi culo?— una risa sarcástica se escapó de los labios del italiano—. Necesitarás más que unos azotes, para nosotros los dominantes eso es demasiado... Aburrido.

—Yo también soy dominante, Damiano, sabes de sobra que puedo ponerme creativo.— alzó sus cejas—. Así que no intentes retarme.

Fiammenta bufó ante su actitud, tenían reserva en un restaurante para dentro de treinta y cinco minutos y allí se encontraban discutiendo sus movidas.

—Aunque me gustaría mucho ver cómo os desafiáis mutuamente para ver quien domina a quien...— hizo una pausa para soltar un suspiro—. Tenemos que irnos o no llegaremos a tiempo.

—La muñeca tiene razón.— chasqueó su lengua contra su paladar—. Lo dicho, ser responsables mientras no estamos en casa.

Ambos asintieron, podían estar de cachondeo frente a ellos pero en cuanto se largaran iban a actuar de la mejor forma para cuidar al niño. Podían ser más o menos responsables pero cuando se trataba de Lyordi hacían lo que fuera necesario.

A pesar de todo, Fiammenta y Zabdiel llegaron al restaurante a tiempo. Este último sonrió por cortesía a algunas personas, entre ellas el personal que trabajaba en el restaurante.

Cenaron al aire libre, bajo la oscuridad de la noche pero de una forma muy agradable. La gran mayoría de personas se encontraban cenando dentro del restaurante por lo que pudieron tener su momento más íntimo.

—¿Lista para el postre?— interrogó Zabdiel con una sonrisa torcida en los labios.

—Acabamos de tomar el postre.— respondió ella con confusión.

—Muñeca, estoy hablando de otro tipo de postre.— le informó alzando sus cejas.

—Oh, no... De eso nada.— negó rápidamente con la cabeza—. Estamos en público, cualquiera podría salir y vernos.

—No te hagas la mojigata, eres una muñeca a la que le gusta el morbo.— echó su silla un poco para atrás dejando un poco de espacio entre su cuerpo y la mesa, acto seguido palmeó sus piernas—. Trae tu culo aquí.

—Pero Zabdiel...— se calló al ver que este alzaba una ceja, gesto de que podría quejarse cuanto quisiera pero debía de obedecer—. No despegues tus malditos ojos de la puerta.

—No lo haré.— mintió en cuanto ella se sentó sobre sus piernas, pues sabía de sobra que nadie los interrumpiría.

Sus labios presionaron los suyos, este empezó a moverlos marcando su propio ritmo y disfrutando de la caricia que la suave boca de Fiammenta le estaba regalando. Sus húmedas lenguas entraron en contacto pocos segundos después.

El dominante agradeció que esa noche se hubiera puesto un vestido, sus manos fueron rápidas en subirlo discretamente y llevar sus manos hasta sus nalgas.

Las manos de ella tampoco se quedaron quietas, se deslizaron por su abdomen hasta llegar a la cremallera de su pantalón, bajando esta con lentitud para dejar salir su ya erecta polla.

Una de las manos de Zabdiel se había desviado hasta su entrepierna para juguetear con sus dedos entre su humedad, Fiammenta aprovechó que la tela de sus bragas estaba hacia un lado para guiar su polla hasta su entrada. Alzó sus caderas dispuesta a adentrarla en ella pero él se lo impidió.

—Bolsillo derecho.— susurró con la voz ronca.

—¿Qué?— preguntó anonadada—. Nunca usamos protección...

—Fiammenta, mete tu maldita mano en mi bolsillo derecho.— ordenó mirándola a los ojos.

Ella le hizo caso, sorprendiéndose que en este no había ningún preservativo sino un anillo plateado que se veía costoso y elegante. Al principio no entendió la situación pero al cabo de unos instantes alzó la mirada hasta los ojos de Zabdiel para mirarlo negando con la cabeza.

—¿No?— preguntó él quitándole el anillo de su mano.

—Zabdiel...

—Si, Fiammenta, te voy a pedir que te cases conmigo.— aseguró con una sonrisa ladeada en sus labios—. Pero no exigiré un si como respuesta, sé que no crees en el matrimonio y no sé qué tenía en mente cuando pensé que esto sería una buena idea.

—No creo en el matrimonio.— confirmó—. Pero puedo creer en nuestro matrimonio...

—¿Quieres casarte conmigo?— preguntó relamiéndose los labios.

—Quiero hacer de todo contigo, lo de casarnos también forma parte de la lista.— respondió asintiendo con la cabeza.

Él sonrió, sus hoyuelos se marcaron en sus mejillas provocándole ternura a la pelinegra.

—Te amo.— susurró en el momento que colocó el anillo en su dedo.

—Te amo.— repitió juntando sus labios en un apasionado beso.

Zabdiel no desaprovechó el momento y alzó sus caderas para poder embestir en ella, arrancándole un gemido que se ahogaría en su boca y que lo haría sonreír. Sus dedos apretaron la carne de sus nalgas guiando los movimientos que ella había empezado a hacer.

Se había olvidado por completo en el lugar que se encontraban, lo importante ahora era el momento. Por otra parte, el dominante estaba más que tranquilo porque el restaurante era de su familia y nadie se atrevería a desobedecer una orden que él daba en aquel establecimiento.

Las fantasías no estaban todas para cumplirlas, algunas simplemente existían para ser rotas... Así como Fiammenta dudaba de la maternidad y detestaba el matrimonio, había llegado alguien que le rompió sus fantasías para hacerle entender que lo demás tampoco estaba mal y que incluso podría llegar a gustarle más.

—Últimamente no haces más que romperme mis fantasías, ¿eh?— dijo apoyando su frente con la del dominante.

—Lo bueno es que no es lo único que te rompo, ¿no?— respondió del mismo modo sonriéndole.

||F I N A L||

En anteriores historias dije que esta sería la cuarta y que sólo quedaba Lujuriosos pensamientos, pero... En estos últimos meses mi mente ha maquinado demasiado y este es el resultado:

1. Oscura tentación. (Completa en mi perfil)

1.5 (todavía no sale)

2.Ardiente deseo. (Completa en mi perfil)

3.Doloroso placer. (Completa en mi perfil)

4.Rota fantasía. (Completa)

4.5. Baciami. (En proceso)

5.Lujuriosos pensamientos. (Completa en mi perfil)

Extra de la saga: Húmedas sensaciones. (En proceso)

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