Capítulo 15

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La joven se sintió confusa en cuanto abrió sus ojos, pues no recordaba haberse quedado dormida en la cama después del sexo intenso que habían tenido en el suelo. La fina tela de las sábanas dejaba suaves caricias en su piel cada vez que ella se movía, su amante no se encontraba con ella pero sabía que no debía de estar muy lejos. Él no se alejaría de ella en un momento como ese.

Se levantó de la cama, sin preocuparse por su desnudez y salió de la habitación mientras se peinaba el cabello con las manos. Sus descalzos pies no hacían el más mínimo ruido con las pisadas por lo que a Zabdiel casi le da un vuelco el corazón al verla entrar en la cocina.

—Mujer, ¿quieres darme un infarto?— preguntó llevándose una mano al pecho, sus ojos viajaron con rapidez por su cuerpo y le fue inevitable morderse el labio inferior—. Vale, ya veo que si...

—Quería darte los buenos días.— respondió con diversión mientras se acercaba a él.

—Son buenos... Pero pueden ser mejores.— se relamió los labios, Fiammenta envolvió sus brazos tras su nuca y dejó un beso en sus labios. Las manos del dominante fueron directas a su cintura, su piel todavía se encontraba cálida—. Puedo ponerme muy creativo por las mañanas.

—Te creo, estoy segura de que ya tienes varias ideas en mente.— susurró sobre su boca.

—Créeme que si, ya me he imaginado veinte posiciones diferentes para hacértelo aquí mismo.— atrapó su labio inferior con sus dientes y lo deslizó por estes.

—Menos imaginar y más hacer...— dijo a modo de queja, él sonrió con malicia al tiempo que bajaba sus manos hasta sus muslos y la elevaba del suelo, fue rápida en enredar sus piernas alrededor de su cintura para sostenerse mejor—. Ni se te ocurra dejarme caer, no tengo ganas de comer el suelo.

—Jamás te dejaría caer, muñeca.— prometió mirándola a los ojos, ella sabía que estaba en serio, esas palabras hicieron que su corazón se encogiese dentro de su pecho.

Zabdiel podía ser muchas cosas pasando por todos los puntos de lo extremo. Era un hombre serio al que le gustaba vestir bien, sincero hasta más no poder, le gustaba el orden, la disciplina y la sumisión, podría llegar a ser duro cuando no estaba de humor e incluso podría llegar a sacar las lágrimas si se lo proponía. Pero como la hacía llorar también le hacía olvidarse de todo lo demás, de sus problemas, de sus miedos, de sus inseguridades... Con él se sentía siempre bien, aunque a veces la vulnerabilidad fuese mayor, solo podía significar cosas buenas.

Y es que él había sido bueno para ella, aunque a veces quisiera aparentar algo muy diferente.

Tal vez no había estado con ella desde el principio pero lo que tenía claro era que quería estar hasta el final, por muy egoísta que sonase. No es que no se imaginara con otra mujer (que tampoco) sino que la simple idea de imaginarla con alguien más le daba fiebre.

—Zabdiel...— llamó su atención cuando él besaba su cuello, con calma y sin prisas.

—Uhm...— respondió sin despegar los labios de la zona, dándole a entender que la estaba escuchando.

—Voy a pedir una sesión de láser para quitarme los tatuajes.— soltó sin anestesia haciendo que el dominante se detuviera de inmediato, por un momento sintió como su cuerpo se resbalaba de sus brazos pero fue rápido en volver a sostenerlo.

Se separó unos centímetros para poder mirarla a los ojos y confirmar que había escuchado bien sus palabras y no habían sido producto de su imaginación.

—¿Por qué?— cuestionó en voz baja, a pesar de que en el fondo quería gritarle que no lo hiciera por nada del mundo.

Había sido testigo de muchas veces en las que las personas opinaban sobre su cuerpo cuando claramente nadie había pedido su opinión.

"Tanta tinta no se ve bien en el cuerpo de una mujer." "¿Un tatuaje en el abdomen? ¡No, que desagradable!" "Te hace ver vulgar" "Los tatuajes son solo una excusa para mostrar más piel."

Zabdiel adoraba cada uno de los tatuajes que tenía, se los sabía de memoria con los ojos cerrados, la zona, el tamaño, todo. Los había acariciado cientos de veces con la yema de sus dedos y otras tantas los había repasado con su lengua.

—No sé con que argumentos responderte, sé que los tumbarás fácilmente.— susurró ella.

El dominante la sentó en la mesada de la cocina y llevó su dedo índice a su garganta, señalando el simple corazón que allí había tatuado. Bajó su dedo tan solo un poco para acariciar la palabra que estaba allí escrita.

—¿Que pone aquí?— le preguntó mirándola.

Universe.

—¿Por qué?— cuestionó, siendo consciente de la respuesta, pues él mismo la había acompañado ese día a tatuarse y ella le había dado una explicación de al menos diez minutos sobre un tatuaje tan simple.

—Porque mi cuerpo es mi universo, en él hay cientos de galaxias por explorar y otras tantas ya descubiertas... Yo decido cuales son dignas de brillar.— explicó de forma resumida.

Yo decido cuales son dignas de brillar. Yo decido qué tatuarte y dónde hacerlo. Nada ni nadie tiene derecho a opinar en un universo que no es suyo.

—Eres única, muñeca... Y todas las historias, momentos, cosas, lugares y personas que están reflejados en tu piel son una pequeña muestra de ello.

—¿Única por tener tatuajes? Es algo que cualquiera podría hacerse...

—No he visto a nadie con un elefante hecho de flores y mariposas tatuado en la espalda.— murmuró con diversión llevando sus manos a su espalda y acariciando su piel con delicadeza—. Ahora voy a hacerte el amor y a besar cada uno de tus tatuajes...

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