Capítulo 5

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El amargo trago de licor quemó ásperamente su garganta cuando se deslizó por ella. Decían por ahí las buenas (o quizá malas) lenguas que las penas se ahogaban en alcohol, pero Fiammenta no estaba tan segura de eso, pues ya iba por la sexta o tal vez séptima copa y todavía no había surgido efecto. O al menos ese efecto que ella se esperaba que surgiera.

—Ya ha sido suficiente por hoy.— se quejó Cyara quitándole el vaso de las manos y dejándolo en la barra—. Pensé que hablaríamos de lo que ha sucedido, no que te emborracharías hasta perder el sentido.

—Es que quiero perder el sentido... No quiero recordarlo ni tan solo un poquito.— lloriqueó mirando a su amiga—. Tan solo déjame...

—Fiammenta, basta, se supone que tú eras más madura que yo.— dijo la rubia mientras la agarraba por los hombros—. No es el fin del mundo, tienes que demostrarle a ese capullo lo que vales, no te dejes vencer a la primera.

—Yo no soy así... Puedo aparentarlo pero en el fondo si soy sumisa, los trucos esos te funcionan a ti porque eres una chica rebelde y esas vainas.

—Yo no soy una chica rebelde... ¡Pero no importa! Ese no era el punto.— murmuró sacudiendo su cabeza—. Él no debería de importarte ahora, tienes que centrarte en ti.

—¡Pero me importa!— exclamó, por primera vez en mucho tiempo su voz se quiebra—. Me importa demasiado. Su bienestar, su salud... Él.— esboza una suave sonrisa en sus labios—. Mi vida está atada a la suya. Tal vez soy yo quien está aferrada a él porque fue la primera persona en mucho tiempo que me hizo sentir bien. El primero en darme la mano cuando lo necesité. Tal vez soy una estúpida masoquista que quiere aferrarse a algo que no le pertenece, algo que fue remotamente bueno en mi vida... No lo sé, Cyara, lo único que sé es que lo amo. Todo el maldito tiempo lo amo.

Cyara intentó aguantarse las ganas de llorar pero las palabras de Fiammenta le habían llegado al pecho de una forma muy intensa, el amor era uno de los sentimientos más bonitos que podrían existir pero cuando no era correspondido era también el más doloroso.

El amor era una arma de doble filo.

—Voy a llamar a Zabdiel.— dijo Cyara por lo bajo mientras sacaba su teléfono.

—Ahórralo, estoy borracha y me veo patética.— anunció soltando una risa sarcástica—. Déjame vivir mi rota fantasía con tranquilidad.

—Esa es la principal razón, estás borracha y despechada... No seas ridícula, Fiammenta.

—Ridículas tus bragas.

—¿Cuáles bragas?— preguntó con una sonrisa burlona en los labios.

—¡No quería saber esa información!

—Christopher me dice que prescindo de ropa interior con él y yo soy una chica obediente.— siguió con el tono de burla mientras le escribía un mensaje al maestro.

Fiammenta puso los ojos en blanco, no necesitaba oír más detalles, no estaba en sus días más morbosos.

Jugó con sus dedos en el borde de su vestido y miró en busca de algún hombre que llamara su atención para poder entretenerse aunque fuera un rato.

¿Cuanto hacía que no se acostaba con un hombre que no fuera Zabdiel?

Años.

Eso siempre que no se contaran los tríos.

Tal vez ya era momento de disfrutar de algún otro ser humano que no fuera él, Cyara tenía razón al decir que no era el fin del mundo, había más hombres y probablemente más buenos que él.

¿A quien quería engañar?

Seguramente no los había más buenos que él ni aunque buscara en la China, su cuerpo ya estaba habituado al del dominante y no quería imaginarse a alguien más.

—Buenas noches, guapa.— saludó un joven situándose a su lado y recorriendo su cuerpo con la mirada.

Cyara quiso responder de mala manera pero Fiammenta no se lo permitió.

—Hola, ¿ves algo que te guste?— preguntó con una pícara sonrisa en los labios.

—Desde luego que si, imagínate lo bien que se sentirá cuando tus hermosas piernas rodeen mi cintura.— murmuró seductor—. Además, veo mucha tinta en su piel, ¿me dejarías pasar mi lengua por cada uno de tus tatuajes?

—Desde luego que no, imbécil.— espetó una dura y fría voz a sus espaldas—. Ya tiene a alguien para que haga eso.

—¿Y ese alguien eres tú?— preguntó alzando una ceja.

—Uy, a ti te cunde irte.— opinó Cyara tomándolo del brazo—. Ta acompaño hasta la otra punta, vamos.

Zabdiel posó sus ojos en la chica que estaba frente a él, estaba tal cual la recordaba, a pesar de que sus ojos estaban ligeramente rojizos debido a su borrachera y sus mejillas también se encontraban calientes.

—No quiero hablar contigo, déjame en paz.— escupió ella con irritación, sintiéndose ya demasiado observada por él.

Un destello de ira se apodera de sus ojos y toda su expresión se ensombrece debido a la oscura emoción.

—Cuida tu tono.— la advertencia destila enojo y coraje.

—¿O qué?— lo reta, alzando su mentón para no verse sumisa esta vez—. ¿Vas a lastimarme?

Su mandíbula se aprieta con fuerza, ¿cómo se atrevía a hacer esa pregunta?

—Puedo hacerte muchísimas cosas, aunque eso implique dolor pero este siempre viene acompañado del placer, ya lo sabes.— siseó casi en un gruñido—. Pero lastimarte nunca ha estado ni estará en mis planes, Fiammenta. Yo no busco hacerte daño a ti.

Fiammenta no supo cómo sentirse al respecto, ¿hasta qué punto era bueno luchar contra las emociones?

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