Capítulo 30 (Final)

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Hacia exactamente ocho meses desde el último capítulo de desgracia y pesimismo en su relación. Habían logrado llevar un embarazo tranquilo y normativo a pesar de las pequeñas dificultades. En enero les dijeron que serían padres de un niño que no presentaba, hasta el momento, ningún problema. Esa tarde lloraron hasta que las lágrimas dejaron de brotar de sus ojos, estaban llenos de felicidad ante la noticia.

Poco después, Zabdiel se tatuaría su nombre en el pecho junto al dibujo de una muñeca que la mismísima Fiammenta había hecho, pues durante esos meses descubrió que dibujar se le daba bastante bien.

La mañana de ese dieciséis de abril la pelinegra ingresó en el hospital, pues las contracciones estaban que la mataban de dolor. Era Cyara quien se encontraba con ella debido a que sus novios estaban con importantes asuntos del club. La rubia se había puesto más que nerviosa ante la situación, trataba de no comparar su parto con el de su amiga pues sabía que no tenían nada que ver el uno con el otro. Los médicos que pasaban por el pasillo le decían que estuviera tranquila pues eran buenos en su trabajo y no se darían el gusto de fallar.

Zabdiel llegó pocos minutos después para poder acompañarla en el paso definitivo de sus vidas; el nacimiento de su muñequito.

Entre sudor, gritos y lágrimas fue que Lyordi llegó al mundo.

A las diez menos cuarto mandaron al dominante cortar su cordón umbilical, este consiguió hacerlo a pesar de que sus manos se encontraban más temblorosas que nunca. Los médicos no tardaron en llevárselo para hacerle una rápida revisión.

Ambos se quedaron allí, abrazándose y llorando una vez más de felicidad, mientras Zabdiel le susurraba lo bien que lo había hecho y repetía "lo hemos conseguido" una y otra vez. Sin duda, había sido su mayor victoria en la vida.

Lyordi de Jesús había pensado 2 kilos y 300 gramos, sus ojitos eran idénticos a los de su padre mientras que sus demás rasgos parecían ser iguales a los de su madre.

Cuando Fiammenta lo tuvo en sus brazos sintió como su mundo volvía a tomar sentido, era consciente de que todo lo vivido había sido una fantasía pero lo que estaba por vivir lo sería todavía más.

—Estas manos tienen toda la pinta de...

—Ni se te ocurra decir eso.— lo interrumpió ella sin poder desviar la mirada de su niño, como si algún tipo de hechizo recayera sobre ella en el momento que se lo entregaron.

—Estas manos sostendrán muchos látigos.— afirmó con diversión, con el único fin de molestarla—. En un muy lejano futuro, claramente.

—Si es el caso espero que los maneje tan bien como el padre.— respondió en su mismo tono.

Zabdiel sonrió al escucharla y bajó la mirada hasta el muñequito, quien era totalmente ajeno a la conversación que ellos mantenían. Acercó con cuidado uno de sus dedos para acariciar su mejilla, el rostro del niño era diminuto en comparación a su mano. Lyordi fue rápido en llevar su mano hacia su dedo para atraparlo.

Él, su más viva fantasía.

—Hemos hecho muchísimas cosas a lo largo de estos años... Pero, sin duda, esto ha sido lo que mejor hicimos.— susurró antes de inclinarse para llevar su pequeña mano a sus labios y depositar allí un beso.

Fiammenta estaba que se moría de ternura, su hijo era la personificación de lo adorable y su novio estaba mostrando ese lado blando que tendía a esconder tras los látigos y las esposas.

—Estoy totalmente de acuerdo.— respondió enternecida—. ¿Quieres cargarlo?

Él tragó saliva mientras miraba a su hijo con duda, como si acaso él fuera a decirle que debía de hacer en esos instantes. Finalmente, asintió y dejó que la pelinegra dejara al niño en sus brazos con suma delicadeza.

Fue en ese entonces cuando la puerta se abrió y una curiosa Cyara se asomó por esta con una sonrisa en los labios.

—Felicidades, papis.— murmuró mirándolos desde allí, no duró mucho en ese lugar puesto que alguien más la empujó con suavidad para hacerla entrar.

—Felicidades, chicos.— dijo Christopher mientras cerraba la puerta tras su cuerpo—. Y bienvenido al mundo, Lyordi.

—Un mundo en donde tendrás que aprender a convivir con gilipollas, a callarte la boca de vez en cuando...— empezó a enumerar la rubia, ganándose una mala mirada de todos los allí presentes—. ¡Oye! Solo estoy siendo realista... Bienvenido también a un mundo en donde a ti te llenaremos de amor, no solo tus padres que ya están embobados contigo sino todos los que formamos parte de la familia.

Una sonrisa sincera se dibujó en sus labios antes de acercarse a su amiga y abrazarla con ganas.

—Descríbeme el parto en una sola palabra, muñeca.— dijo con diversión—. Y la palabra fantasía no se vale.

—Oh, créeme que sería la última palabra en la que pensaría para describir el parto.

Cyara rió, seguida de Fiammenta. Los dos hombres allí presentes no estaban demasiados atentos a su conversación pues ya se habían sumido ellos en una totalmente ajena.

Fiammenta echó la vista atrás unos cuantos años, recordó a la jovencita que entró despechada al club y con un cabreo encima que no había Dios que se lo bajara. Pensó en todas esas veces que Zabdiel cumplió sus deseos sexuales, los momentos en los que la consoló, las ocasiones en donde la había apoyado... Y sobre todo, todas las fantasías que él le cumplió.

En sus primeros meses habían elaborado una lista en una de las paredes de la casa azul del club con todas sus fantasías, lo que jamás habría imaginado sería que allí faltaba una fantasía... Su más reciente fantasía.

Pues ser madre no era algo con lo que fantaseaba en aquel entonces, no podría decir lo mismo de ahora. Ambos parecían más ilusionados que nunca con Lyordi en sus brazos.

Bien, una de sus fantasías era no tener hijos, después de años quiso romperla. Esa fue la rota fantasía que jamás se pensó.

||F I N A L||

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