Capítulo 17

1.3K 97 37
                                    

Las sospechas del dominante se confirmaron cuando al llegar la noche Fiammenta le avisó que se daría una ducha, se deshizo de su ropa frente a él dándole la oportunidad de observar esa zona que tanto ansiaba.

Leyó en voz alta la palabra que estaba grabada en su piel, haciendo que ella lo mirase con una ceja alzada.

—Cada día me sorprendes más.— dijo él antes de relamerse los labios—. ¿Qué significa?

—¿Qué es una fantasía, Zabdiel?— preguntó casi con burla.

—Una falsa percepción de la realidad que solo existe en la mente de quien se la imagina.— respondió—. ¿Qué o quien es tu fantasía?

—Tú.— admitió encogiéndose de hombros—. Eres mi rota fantasía, ya sabes, cuando quieres que la fantasía pase a ser realidad y la otra persona se niega no hace más que romperla.

—Yo jamás rompería una de tus fantasías, muñeca.— su voz había sonado suave, estaba usando ese tono que la hacía estremecer.

—¿No crees que es demasiado tarde para decir eso?— preguntó soltando una risa sarcástica—. No por nada la palabra está rota.

—Nunca es tarde para nada y tú mejor que nadie deberías de saberlo.— comentó alzando sus cejas.

La pelinegra negó con la cabeza dispuesta a ignorarlo y entró al cuarto de baño para poder ducharse tranquilamente. El gesto que más le sorprendió al dominante fue que le pusiera seguro a la puerta, ya que en todos los años que habían estado juntos nunca lo había hecho. Escuchó atentamente el sonido del agua correr y dejó escapar un suspiro, creía estar seguro de en que la había cagado pero también estaba seguro de que tenía que hacer algo para remediarlo.

De ese modo, cuando ella salió quince minutos más tarde, con su cuerpo envuelto en una toalla y su cabello húmedo pegado a sus hombros dejando caer pequeñas gotas de agua por estes, él no dudó en acercarse a ella.

—¿Qué haces...?

—¿Desde cuando te has vuelto tan preguntona?— fingió molestia en su voz en el momento de reclamarle, la realidad era que le causaba gracia que quisiera hacerle frente.

Tomó una toalla más pequeña y se dedicó a secar su cabello y después la piel que este había mojado. Dejó un beso en cada uno de sus hombros y sonrió satisfecho con el pequeño trabajo que había hecho.

—Prometí hacer tus fantasías realidad desde el momento que pusiste un pie dentro del club, ¿me ves capaz de incumplir mis promesas?— susurró cuando sus labios acariciar su oreja—. Y más en concreto, esa promesa.

—No lo sé... Tú siempre me sorprendes.

—¿Eso hago, muñeca?— preguntó separándose unos centímetros para después seguir con su camino; rozando su nariz en su mejilla hasta llegar a sus labios—. ¿Te sorprendo?

—Si, señor...— su voz salió temblorosa, la distancia era mínima y no quería fallarse a sí misma tratando de contener las ganas que le tenía al hombre que estaba enfrente.

Zabdiel sonrió e forma socarrona antes de besarla. Uno de esos besos que la dejaba perdida, con los sentidos totalmente alterados y las piernas temblando.

—Sé que me amas, muñeca... — susurró acariciando sus mejillas—. Y yo no quiero perderte, me dolería muchísimo que te alejases de mi...

—No sé a donde quieres llegar con esto.

—Quiero amarte.— fue rápido en decir—. Déjame amarte.

El corazón de Fiammenta se saltó un latido al escucharlo, si los brazos de Zabdiel no la estuvieran sujetando habría sido muy probablemente que su equilibrio se fuese a la mierda. Tragó saliva al sentir su garganta seca y acto seguido relamió sus labios por lo mismo.

¿Cómo le explicaba ahora a sus pulmones que su función era respirar?

Había soñado con ese momento, cientos de veces se lo había imaginado antes de dormir mientras sus brazos rodeaban su cuerpo y su respiración estaba tranquila. Pero por lo visto nada de eso había servido porque escucharlo salir de su boca había sido su mejor fantasía.

—No es tan fácil, Zabdiel... Los sentimientos no funcionan así, tú no decides de quien te enamoras y de quien no.

—¿Y quien te dijo a ti que yo no estoy enamorado de ti?

Y ahí estaba otra vez, haciendo como si nada después de soltar frases que dejaban a cualquiera mal.

—No sé qué tipo de amor siento por ti... Quiero descubrirlo.— confesó bajando sus grandes manos para desatar el nudo de la toalla y dejar que esta cayera al suelo.

—¿Tipo de amor? — preguntó confusa.

—El amor que sientes por tu pareja no es el mismo que sientes por un amigo ni mucho menos por un familiar, son cosas diferentes dentro de un mismo sentimiento.— explicó mientras sus dedos se deslizaban por su desnuda espalda, dando una sutil caricia con solo el toque de la yema—. Pero creo que lo nuestro va más allá del amor, ¿no? Nuestra conexión es jodidamente perfecta si nos lo proponemos.

Sus manos llegaron hasta sus nalgas y no dudaron en apretarlas, haciéndole soltar un jadeo involuntario.

No hubo sexo vainilla esa noche, pues aunque la propuesta sonaba tentadora no era para nada su estilo. Si a ambos les gustaba el sexo intenso porque lo encontraban más placentero, ¿cual era el problema?

Zabdiel se vio a sí mismo dejando besos húmedos por la espalda de la pelinegra mientras esta descansaba después de las largas horas que se habían divertido, la sábana cubría sus piernas y parte de su trasero, su cabello estaba totalmente desordenado. Para él era la imagen perfecta.

El sonido de su teléfono rompió la burbuja tan perfecta que ambos habían creado, el dominante se quejó cuando ella estiró su brazo para cogerlo de la mesita de noche y atender a la llamada.

—¿Fiammenta, qué pasa?— preguntó al ver que su piel había palidecido y que su labio inferior temblaba ligeramente. No sabía con certeza la respuesta a su pregunta pero lo que sí sabía era que nada bueno.

Rota Fantasía Donde viven las historias. Descúbrelo ahora