Capítulo 9

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Él le regaló una mirada curiosa al darse cuenta de que sus ojos se habían fijado en cada uno de sus movimientos, no era algo que le molestase ni mucho menos sino todo lo contrario, amaba ser admirado por ella.

—Tenemos algo de lo que hablar, así que vamos a hacerlo.— dijo Zabdiel sentándose en la cama y dando palmadas a su lado del colchón.

—Zabdiel, no sé si esto es buena idea.

—Muñeca, hay muchas cosas que tenemos que aclarar... Quiero saber que te mantiene ocupada estos días, me preocupas.— admitió tomando su mano y acariciando con la yema de sus dedos la tinta de color negro que tenía en su piel.

De sus labios se escapó un suspiro, prefería hablar de eso antes que de sus sentimientos hacia él, sabía que lo ocurrido la anterior noche no debería de haber pasado... ¿O si?
Tal vez si no fuera por eso no se encontrarían en ese punto.

—No es nada del otro mundo ni tampoco algo de lo que debas preocuparte, confía en mi.— susurró mirándolo a los ojos, pero al maestro no lo convencería con esa mirada, llevaba años intentándolo y nunca había surgido efecto.

Él sabía de sobra sus intenciones y esa era una de las razones por las que no le dejaría ganar.

—Fiammenta, no quiero presionarte de otro modo para que me hables, pensé que ya habíamos superado esa época en donde te arrancaba las palabras.— dijo él con cansancio, no tendría ningún problema en hacerlo pero se supone que ella debería de tener la suficiente confianza como para contárselo sin necesidad de presión.

—Se trata de mi padre.— confesó desviando la mirada, un tema que solía incomodarle bastante y que no hablaba de él a la ligera.

—Quiero que me mires y me cuentes que pasa con él.— ordenó, sin endurecer la voz ni nada por el estilo.

Fiammenta maldijo por lo bajo antes de volver su mirada a la del dominante, todavía tenía atrapadas sus manos así que la opción de huir se le haría complicada. Era momento de afrontar la situación y no estaba segura de si estaba preparada.

—Lo último que recuerdo de ese señor es que no tenéis relación, siempre has sido una mujer independiente... Además, sus ideales y los tuyos eran totalmente opuestos.— concluyó en voz alta—. ¿Qué está pasando con tu padre?

—Se muere.— confesó, las lágrimas no llegaron a sus ojos, ya era un tema que tenía asimilado y que podía hablarlo sin romperse a llorar—. Hace unos meses le detectaron una enfermedad terminal, no hay nada para hacer.

—Muñeca, tómate el mes libre.— susurró llevando una de sus manos a su rostro y acariciando su mejilla—. Tienes que pasar tiempo con él.

—No puedo, Zabdiel... Me hace ver como una jodida egoísta que solo se acuerda de él cuando está a punto de morirse.— dijo con rabia—. Jamás le di importancia, cada quien estaba a lo suyo y para mí era mejor así...

—Y ahora te arrepientes.— completó la frase que ella no había terminado de decir—. Es normal, siempre infravaloramos lo que tenemos con nosotros y nos damos cuenta cuando estamos a punto de perderlo...

Tragó saliva con fuerza, intentando centrar sus palabras en la situación de Fiammenta y su padre y no en algo personal.

Porque parecía un error típico del ser humano.

—No sé cuánto tiempo le queda, no va a sufrir pero aún así...— dejó escapar una bocana de aire—. No puedo.

—Si, si puedes y esta noche vamos a cenar todos juntos en su casa.— anunció levantándose y obligando a la chica a hacer lo mismo.

Sabía que no podía negarse, al fin y al cabo no tendría caso hacerlo. Zabdiel siempre se saldría con la suya, ya era costumbre.

No tenía en claro que fuera una buena idea, su padre y Zabdiel ya se conocían, él no aceptaba el estilo de vida de su hija y mucho menos el del dominante. Pero a este parecía importarle entre cero y nada su opinión.

—Muñeca, tengo ganas de azotarte el culo hasta que te quede rojo, por haber sido una imprudente anoche.— aclaró al ver la mirada de Fiammenta—. Te has pasado un huevo bebiendo, el alcohol y tú no formáis un buen equipo.

Ella rió suavemente, estaba totalmente de acuerdo con sus palabras, con todas y cada una de ellas.

—Si, creo que si, me merezco un castigo muy duro.— murmuró mordisqueando su labio inferior.

—¿Cómo de duro?

—Tanto como tu polla en estos momentos.— susurró con picardía llevando una de sus manos a la entrepierna de Zabdiel, apretó ligeramente el bulto que sobresalía de su pantalón y le guiñó un ojo.

Él gruñó ante la acción, normalmente en casa siempre hacían como si nada, pero en el club no le habría dejado que pusiera sus manos encima de su cuerpo.

—Tú no quieres un castigo duro... Tú quieres que te folle duro.— supuso negando con la cabeza—. No se parecen en nada una cosa de la otra, ¿no?

Ella se encogió de hombros con fingida inocencia y le regaló una sonrisa de niña buena que no rompe ni un plato. Centrarse en su papel de sumisa no haría más que excitar a Zabdiel.

—Pero bueno, tú lo quieres... Y yo no soy nadie para negártelo.— se remojó los labios con la lengua al tiempo que le dedicaba una lujuriosa mirada.

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