La habitación tenía sus cuatro paredes pintadas de un color azul intenso-el favorito del dominante- y la gran mayoría de los artilugios que colgaban de ellas eran negras.—¿Has terminado de visualizarlo todo?— preguntó tomando una venda azulada en sus manos—. Porque ya ha llegado el momento de prohibirte el sentido de la vista.
—Solo me faltaba visualizarte a ti desnudo.— respondió con una sonrisa dibujada en los labios, se dejó caer de rodillas, sintiendo como el frío suelo tocaba su cálida piel.
Su ropa yacía tirada en la entrada del cuarto azul, la primera regla era desnudarse antes de entrar y ella siempre la cumplía gustosa. Zabdiel tomó su cabello con sus manos y trenzó de mala manera este, no necesitaba hacerle una trenza perfecta para que le fuera de utilidad más tarde.
—Voy a privarte de eso por el momento, un castigo es un castigo, muñeca.— le guiñó un ojo antes de poner la venda alrededor de sus ojos y prohibirle totalmente la visión—. Pon tus manos detrás de tu espalda, no vas a necesitarlas.
—¿Vas a... Suspenderme?— cuestionó un tanto atemorizada.
La suspensión era algo que nunca antes habían practicado, se trataba de inmovilizarla por completo. Requería de mucho esfuerzo, pero sobre todo en la confianza de las personas que lo practicaran.
Zabdiel no tenía planeado atarla de pies y manos, prohibirle la vista, el habla y aún por encima colgarla del techo.
Le parecía demasiado extremo.
—Hoy no.— la tranquilizó mientras aprisionaba sus muñecas en su espalda baja con una fina y resistente cuerda—. A partir de este momento no quiero que hables a menos que yo te lo ordene, ¿has comprendido?
—Si, señor.— susurró.
No podía verlo pero si podía escuchar a la perfección sus pasos a su alrededor, el sonido de los látigos al tomarlos o el ruido de los cajones abrirse, de donde solo él sabía qué cosas sacaría.
—Abre la boca.— le ordenó, ella fue rápida en obedecer—. Sujeta de esto, más te vale que no se caiga o algo por el estilo.
Dejó el floggler en su boca, dejando que fuera ella quien lo sostuviera.
Sus grandes manos se dedicaron a acariciar su rostro con delicadeza, si había algo que le gustaba era el contacto de su piel, la forma en la que su cuerpo reaccionaba a él como si fuera la primera vez que la tocaba cuando en realidad ya llevaba años haciéndolo.
—Levántate.— su voz ya se encontraba ronca y debía de culpar a la excitación por ello—. Mi plan era castigarte... Es una mierda que me gustes tanto y me den ganas de follarte. Dime, Fiammenta, ¿quieres que te folle?
Ella se levantó sin ninguna dificultad, las primeras veces le había resultado complicado levantarse del suelo sin poder usar las manos pero todo era cuestión de práctica, y asintió ligeramente con la cabeza, pues su boca todavía estaba ocupada por el floggler.
La llevó consigo hasta una de las paredes y presionó su cuerpo contra ella, manteniéndola entre la pared y él. Una de sus manos se envolvió ligeramente alrededor de su cuello, presionando tan solo lo suficiente, mientras que la otra se encargó de pellizcar sus pezones.
—Dame esto, muñeca.— murmuró tomando el floggler de su boca, dio un pequeño golpe a la altura de sus costillas haciéndola saltar—. Shh, relájate o no lo disfrutarás.
Dejó que las tiras acariciaran la piel de sus pechos antes de azotar en esa zona, enrojeciéndola al instante.
Bajó lentamente por su abdomen, golpeó ligeramente sus piernas en señal de que las abriera y cuando lo hizo dejó que las tiras se rozaran con su clítoris.
—Soy consciente de que si golpeo ahí te dolerá.— susurró provocándola, ella hizo un ademán de cerrar las piernas pero Zabdiel fue rápido en impedírselo—. ¿Te he mandado moverte?
—No, señor.— dijo en un hilo de voz.
El dominante azotó su entrepierna, dejando que la chica se mordiera los labios con fuerza para evitar soltar alguna queja.
Dejó caer el floggler convenciéndose de que no lo usaría más en ese día y llevó sus manos a la espalda de la sumisa para desatar sus brazos.
—¿Pared o cama?— preguntó exigiendo una respuesta de inmediato.
—¿Que me dices del suelo?— preguntó ella con picardía, no era por llevarle la contraria sino todo lo contrario, el dominante adoraba cuando se ponía creativa y le pedía probar cosas nuevas.
—Estás tardando en tumbarte, muñeca.
—¿No voy a poder verte?— cuestionó mientras hacía lo que él le acababa de pedir—. Olvídalo, ni siquiera debí de preguntarlo.
—Chica lista.— se limitó a responder mientras él se desnudaba por completo.
Mordisqueó su labio al verla en el suelo, con las piernas abiertas para él y los brazos por encima de su cabeza como a él le gustaba.
Contuvo el aliento, deseando pasar su lengua por cada centímetro de su cuerpo, debía de dejar ese deseo para otro momento y centrarse ahora en esto.
Su mirada fue directa a sus pechos, al tener los brazos alzados estos también se levantaron. Sus pezones parecían tener forma de frambuesa, llamaban por su boca una vez más. Él no lo dudó, se acomodó encima de su cuerpo, sujetando su propio peso con sus brazos y llevó su boca a sus pechos. Lamiendo, mordiendo y encantado de probar como se deslizaban bajo su boca. Acto seguido llevó sus dedos para pellizcarlos. Fiammenta gimió y se arqueó, pero no abandonó sus brazos de su lugar. Pellizcó el otro y observó como ella movía sus caderas, abriendo más sus piernas y exhibiéndose todavía más.
–Estás tan guapa de esta forma, Fiammenta.— susurró bajando su boca hasta su sexo.
Y ahí estaba la clave, él solía llamarla "muñeca" y más cuando se trataba de algo sexual.
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Rota Fantasía
ChickLitFiammenta llevaba tiempo trabajando en el club, además de ser camarera era la sumisa de Zabdiel. En él depositaba su total confianza, ejercía mejor que nadie su roll de sumisa en aquel lugar. Entonces sucedió. Su primer error fue mezclar sus senti...