Capítulo 7

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—Tus labios me dicen que no quieres saber nada de mi amor por ti, pero tus manos siguen sosteniéndome.

—Fiammenta, quiero dejarte muy claro que yo jamás te dejaré caer.— susurra, como si de un secreto se tratase—. No importa por lo que pasemos, si estamos bien o mal, yo siempre te sostendré.

—No puedes prometer algo que no sabes si cumplirás.— las lágrimas empezaron a hacer acto de presencia en sus ojos, empañando su vista.

—Puedo ser muchas cosas, pero soy un hombre de palabra y todo lo que prometo lo cumplo.— le recordó antes de llevarla a su habitación, dejó que fuera ella quien se quitara la ropa y se acomodara en el colchón.

La arropó con las sábanas y depositó un beso en su frente.

—¿No vas a dormir conmigo?— preguntó con un deje de decepción en la voz.

—Descansa, Fiammenta... Tengo toda la vida para dormir contigo.

—Pero quiero que duermas conmigo ahora.— susurró mirándolo a los ojos—. Por favor, Zabdiel... No te cuesta nada.

Él suspiró sabiendo que tenía razón, sin embargo, no quería que se arrepintiera al día siguiente cuando ya estuviera consciente de todas las cosas que había dicho y hecho.

Dio un leve asentimiento en su dirección Antea de deshacerse de su ropa y meterse en la cama.

¿Qué podía pasar?

Solo era una noche, unas siete horas.

Logró conciliar el sueño al menos una hora después de cerrar los ojos, Fiammenta se había dormido casi al instante, fue una misión tan fácil para ella como difícil para él.

Lo que no se esperaba Zabdiel era despertarse cuando eran aproximadamente las cuatro y pico de la madrugada, encontrándose a la chica envuelva en sudores, moviéndose de un lado a otro y con la respiración agitada.

Una pesadilla.

Fue su primer pensamiento, pero al ver que sus manos se aferraban de la camiseta que él le había dejado para dormir y que tiraba de ella, se dio cuenta que no era más que un sueño.

Un sueño bastante bonito del que Zabdiel esperaba ser el protagonista.

—Muñeca... Despierta, solo es un sueño.— murmuró poniendo sus manos en sus hombros, ella abrió los ojos de inmediato y entreabrió los labios dispuesta a hablar—. Soy yo, solo se trataba de un sueño.

—Tienes razón, un simple sueño.— murmuró para sí misma buscando la manera de convencerse—. Necesito ir a por un vaso de agua, dame un momento.

Se levantó de la cama, sintiendo como su cabeza dolía, no necesitaba entrar en estado de resaca en la madrugada. Caminó hasta la cocina para beber un vaso de agua y calmarse de las agitadas sensaciones.

Pero en el fondo deseaba que los sueños se hicieran realidad.

Zabdiel esperó unos minutos a que volviera a la cama, porque cuando lo hizo... Vaya, cuando volvió a la cama.

Entró totalmente desnuda, caminando hacia él de forma provocativa con una mirada que el dominante ya conocía muy bien.

Esa mirada de "Quiero sexo y lo quiero ya."

—¿Muñeca? ¿Qué pasa?

—No hagas preguntas ridículas, ya sabes lo que pasa.— contesto con sensualidad mientras se subía encima de él y miraba hacia abajo, con el pelo cayendo hacia delante viéndose como una diosa del placer dispuesta a atacarlo.

Por supuesto que lo sabía, y ahora no tenía la excusa del alcohol porque ella estaba más que consciente de todo lo que pasaba.

Sin pensarlo, sus manos fueron a sus pechos, sujetándolos con suavidad y llevándolos hacia la boca. Fiammenta se arqueó y empezó a moverse, frotándose con la dureza de la polla de Zabdiel. Puso su boca en su pezón y lo lamió minuciosamente, amaba el sabor de su piel y podría jugar con ella durante siglos antes de estar dispuesto a abandonar sus tetas. Tomó el otro pezón para morderlo, quería llevarla a ese límite donde un poco de dolor hacía del placer algo más intenso. Gimió y lo empujó más fuerte contra su boca.

Zabdiel jadeó al sentir sus manos adentrarse en su bóxer, una de sus manos envolvió su polla, su tacto era suave y hacía que su ser ardiese con solo rozarlo.

—Quiero esto.— demandó.

Se bajó de sus caderas de un salto, de modo que su pezón se salió de su boca. No tuvo tiempo de reclamar porque ella fue rápida en deshacerse del bóxer y poner los labios alrededor de la punta de su glande.

—Jodida mierda.— siseó de placer echando su cabeza hacia atrás y dejándola actuar. Era tan buena haciendo orales que hacía que le doliesen los testículos.

Todavía recordaba la primera vez que él le ordenó que le chupara la polla, la chica no tenía ni idea de como hacerlo. Sabía que tenía que introducirla en su boca y poco más.

¿Pero ahora?

Ahora sabía a la perfección como mover sus labios y su lengua, se le daba de Puta madre.

Agarró su cabello y aguantó su cabeza mientras lo chupaba y lo llevaba al borde del orgasmo. Deseó poder correrse dentro de ella y no en su boca, sin duda alguna por mucho que amara su boca, su coño era todavía mejor.

—Te quiero dentro de mi, ahora.— dijo Fiammenta.

—Adelante.— la incitó a hacerlo.

Se impulsó con las rodillas para sentarse a horcajadas y descender a lo largo de su polla. Ambos gimieron con la acción, Zabdiel la agarró de las caderas para ayudarla.

El sexo entre ellos nunca había sido delicado y tampoco lo sería. Ella lo mandaba con fuerza, restregando su sexo y buscando más placer. Sintió el calor de su sexo, apretándolo com fuerza mientras se movía arriba y abajo. Deslizó su mano derecha hasta su clítoris, mojado y resbaladizo. Deseó que fuera su lengua, pero se conformaba con los dedos.

—Me voy a correr.— las cuatro palabras que Zabdiel tanto ansiaba escuchar habían salido de sus labios, haciéndolo enloquecer porque sabía que era él quien la llevaba al clímax.

—Córrete, ahora.— ordenó, ella siguió las órdenes como una experta.

Gimoteando su nombre como si se tratase de una oración. A él le encantaba mirarla, era un cabrón con suerte. Notó que también estaba a punto de culminar así que con embestir una última vez dentro de ella se dejó llevar.

Ambos habían tenido un intenso orgasmo que los había dejado atontados al menos un par de minutos.

—¿Qué diablos ha sido eso?

—Un polvo de puta madre a las tantas de la madrugada.

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