|Capítulo 9|

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—Pasen, pasen.

La voz de Julia reflejaba su estatus emocional. Estaba feliz. Si todo salía como esperaba, esa noche su hija y Gabriel iban a hacer las pases de una vez por todas y sin interrupciones.

Solo podía esperar que todo saliera bien.

Los Navarro ingresaron en el hogar para ser recibidos el hombre de la casa, quien, cabe destacar, miraba a Gabriel con los ojos entre cerrados.

—¿Cómo está, señor Ripoll? —preguntó con amabilidad Gabriel.

—¡Ay cariño! Ya te he dicho que puedes tutearnos —dice Julia.

—Yo no he dicho que me pueda tutear.

—Jaime —murmuró Julia a modo de advertencia.

Su marido lo único que hizo fue mirarla mal para luego decir: —Ni Jaime ni tres leches, hasta que no sepa que sus intenciones con mi pequeña son sinceras no puede tutearme.

Julia iba a contestar pero la voz de su hija la interrumpió.

—¿Perdón?

Camila no podía creer lo que había escuchado. Su padre en verdad estaba considerando darle una oportunidad Gabriel. No hacía ni una semana había dicho que no quería verlo ni en pintura, y ahora...

Se nota que la influencia de su madre es poderosa, muy poderosa.

Estaba incrédula, tanto que tuvo que disfrazar la risa con una falsa tos.

—¡Oh, cariño! ¡Ahí estás! —expresó con alegría su madre cuando la vio—. ¿Verdad que ya es tiempo para que tu padre deje que Gabriel lo llame por su nombre? —preguntó.

—Mejor déjenme fuera de esto. Solo vine a decirte que ya está terminada la cena.

Con una sonrisa, Julia dijo a sus invitados: —Muy bien, ignórenlo —señaló a su marido—, y vengan conmigo.

♡ ♡ ♡

Era ya tarde cuando Camila estaba en su habitación preparándose para irse a la cama, cuando escuchó un pequeño toque en la ventana. Corrió un poco la cortina y se sorprendió al ver que Gabriel estaba ahí.

—¿Que haces ahí? —preguntó en un susurro. Estaba en un segundo piso, ¿cómo es que había llegado hasta allí?

—¿Me puedes dejar entrar? Hace tanto frío que en cualquier momento se me duermen las manos.

Con rapidez, la rubia levantó la ventana dando paso al frío viento invernal que hacía fuera y Gabriel con pericia se adentró en la habitación de la chica.

—¿Me puedes responder qué es lo que haces aquí a estas horas y más aún subido en mi ventana? —susurró, aunque lo que quería era gritarlo, pero no podía permitir que sus padres, o mejor dicho su padre, se enterase.

—Te vine a hacer una visita.

—Visita es lo que viniste a hacer hace más de dos horas con tu madre, esto es invasión de domicilio.

La Dulce EsenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora