|Capítulo 11|

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Mis amores, hoy hay doble actualización, así que no se salten un capítulo!
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Julio 10, 2021.

—¿Qué quieres, Félix? —preguntó Camila.

Es día había sido uno de los más largos que Camila había tenido en meses. Los pedidos no paran de llegar y además tuvo que hacer entregas, y por si fuera poco, su madre sufrió un pequeño accidente y se marchó a casa temprano.

En resumidas cuentas, su día había sido un infierno.

Ahora, estaba próxima a cerrar la tienda cuando un cliente llegó a última hora. Vaya su sorpresa cuando se encontró cara a cara con su exnovio. Cuando se reencontró con Félix López por primera vez en años luego de su ruptura, creyó que luego del puñetazo de Gabriel se desaparecería del mismo modo que regresó, pero estaba equivocada.

—Venga ya, Camila. Esas no son formas de saludar a un viejo amigo.

—No sé si recuerdas, pero hace un par de meses mi novio te rompió la nariz, si no te quedó claro en ese momento que no somos amigos, entonces espero que ahora te quede claro —señaló la puerta—. Fuera.

—Camila —dijo en tono lastimero—, ya no soy esa persona. Cambié.

—La gente como tú no cambia, Félix —apuntó la rubia—. Ahora, largo.

—¿No me puedes dar otra oportunidad? Te prometo que te haré feliz.

Camila lo miró como si le hubiera crecido una segunda cabeza. Verdaderamente ese hombre tiene serios problemas mentales, pensó.

—Félix, tengo novio —señaló lo obvio—. Y aunque no lo tuviera, escucha bien mis palabras, aunque no lo tuviera, nunca volvería contigo. Ahora, vete.

Dicho esto siguió lo que estaba haciendo. El fuerte

Con un fuerte portazo el pelirrojo salió de la floristería, dejando a una muy aturdida Camila tratando de poner en orden sus ideas. «Félix ha perdido la cabeza», solo podía pensar eso.

♡ ♡ ♡

Dos días después, mientras ordenaba los pedidos del día, antes de abrir la floristería recibió la visita sorpresiva de Gabriel. Con una sonrisa fue a recibirlo y al intentar besarle, él se apartó.

—¿Qué sucede? —pregunta Camila extrañada.

—¿Qué estabas haciendo el sábado? —dice fríamente.

—Estaba aquí —apunta, señalando a su alrededor—, trabajando. Te lo dije.

—¡No me mientas! —exclama subiendo el tono de voz.

Su reacción no pasó desapercibida para la rubia, algo le estaba sucediendo, pero no permitiría que le gritara. —No te estoy mintiendo. Gabriel, no sé que te mosca te ha picado pero si quieres gritarle a alguien, busca una pared.

Esas palabras solo lograron avivar aún más las llamas de ira que yacían en el interior de Gabriel y sin poder contenerse, gritó:

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