|Capítulo 15|

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Septiembre 14, 2021.

Un día para el gran día. El sol brillaba en lo alto del cielo y si las condiciones meteorológicas lo permitían sería así el día de la boda.

Camila estaba que no cabía dentro de sí, y ni que decir de su madre y su futura suegra. Entre ellas dos junto con Eva y Sara, las mejores amigas de Camila, planearon una despedida de soltera memorable.

Tan memorable que todas se levantaron esa mañana con una jaqueca insoportable.

—Creo que ya entiendo por qué las despedidas de soltera no se pueden hacer el día antes de la boda —dijo Camila, sosteniendo un costado de su cabeza—. Siento que la cabeza me va a explotar. ¿Por qué hay tanta luz?

—Parece como si un camión te hubiese pasado por encima —dijo su mejor amiga.

—Gracias, tú no luces mejor que yo —respondió Camila.

La puerta de la habitación se abrió para luego escucharse la voz de su hermana... demasiado estridente para el gusto de las chicas.

—Venga perezosas, levántese. Hay mucho que hacer y tenemos la última prueba del vestido en dos horas —anunció María entrando en la habitación, haciendo que tanto Camila, como Eva y Sara, le dieran una mirada asesina.

—¿Sabes algo, Mari? En este momento me estoy pensando seriamente el por qué mamá y papá decidieron que era buena idea tener dos hijas, eres insoportable, más en tu estado —dijo la rubia señalando el vientre cinco meses de su hermana.

—Venga ya, hermanita. Te casas con el hombre de tu vida en dos días —dijo María ignorando las últimas palabras de Camila—, lo mínimo que puedes hacer es mostrar un poco más de entusiasmo.

—Lo siento mucho, todo mi entusiasmo se esfumó anoche, regresará en un par de horas.

Las chicas se levantaron de mala gana de la cama para encontrarse con un ajetreo tremendo dentro de casa. Los organizadores iban de aquí para allá cargando sillas, mesas, luces, flores, de todo. Por el corto margen de tiempo decidieron hacer la boda en el patio trasero de los Ripoll y para ese momento ya comenzaban a instalar las mesas y acomodar las sillas simulando un pequeño pasillo que conducía a una plataforma decorada con un arco de flores.

El día pasó en un borrón y para cuando Camila se dio cuenta, estaba a solo unas horas de su boda.

—¿Qué haces aquí? —susurró a Gabriel cuando lo encontró tocando su ventana—. Sabes que si tu madre te encuentra le dará un ataque.

—Lo siento, pero llevo sin verte tres largos días —dijo en voz baja el maestro chocolatero—, no me puedes culpar por querer ver a mi futura esposa.

Se acercó con lentitud a su boca hasta que unió sus labios con los de Camila en un tierno y largo beso.

—Conque esto es lo que te tomaba tanto tiempo —anunció la voz de Catalina, haciendo que ambos se separaran repentinamente.

—Venga ya mamá —suplicó Gabriel—, es solo un beso.

—Te dije que no podían estar juntos hasta mañana —se acercó a su hijo para tomarlo del brazo.

La Dulce EsenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora