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I. "Lavanda."


3 años después

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3 años después.

Lærke.

"Amén".

Repite a coro la congregación cuando se termina la oración que da fin al servicio del día domingo.

—Amén. —Murmuro.

Sigo al señor Darío hasta la salida de la iglesia, saludo a las personas que me saludan deseándoles bendiciones.

Lo hago más por cortesía que por creerlo.

—¿Quieres quedarte a comer o nos vamos a casa? —Me pregunta cuando no tenemos a nadie cerca.

—Irme a casa, me duele un poco la cabeza. —Miento, aunque presiento que él sabe que lo hago.

El señor Darío asiente y ambos nos dirigimos al estacionamiento. El coche gris nos espera sobresaliente en comparación a los otros vehículos.

—Toma. —Me dice entregándome su Biblia y la recibo antes de subirme al asiento de copiloto.

Me acomodo mientras el señor Darío sube, guardo la Biblia en el tablero y procedo a ponerme el cinturón de seguridad. El motor ruge cuando se prende el carro, no tardamos en ponernos en marcha.

Recargo mi cabeza en la ventana. Es diciembre y Flagstaff es adornado de nieve.

—¿Irás más tarde con Novalee? —Cuestiona cuando el auto se detiene en un semáforo en rojo.

—No, ella está fuera del estado. —Informo sin dejar de mirar por la ventana.

Tenía la costumbre de verme con Novalee los días domingos por la tarde, ya que entre semana no teníamos tiempo. Ella está en su último año de universidad; las clases, formación de su tesis, prácticas, entre otras cosas, la mantienen muy ocupada.

Yo estoy en mi segundo año de carrera universitaria, sigo estudiando psicología. Perdí mi primer semestre y tuve que volver a repetirlo, eso y el hecho de haber pasado un poco más de un año en el psiquiátrico me había "atrasado" en mis estudios.

Las luchas internas no son fáciles.

O al menos a mi me costó sobrellevarlas.

Fueron días difíciles en el psiquiátrico. Días en los que la agonía me consumía, el dolor me abatía y las ganas de morir eran mi pan de cada día.

Tengo claro que la muerte de mis padres es algo que nunca podré olvidar. Serán como esa horrible cicatriz que queda luego de una dolorosa herida.

No es el hecho de que hayan muerto, es el hecho de que me los hayan arrebatado.

Por muchos meses todo lo que deseaba era morirme para seguir estando a su lado.

No obstante, recordar la sonrisa de mis padres, la felicidad que les daba al verme feliz, lo mucho que querían que yo me sintiera amada e importante; todo eso me ayudó a seguir.

HELEC  #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora