II

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II. Baúl.



Horem H

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Horem H.

Me gusta ver la sangre correr.

Pero más me gusta pensar en Lærke manchada de sangre mientras apuñala una y otra vez a otra persona.

Nunca llegué a pensar que ella era de las mías.

—¿Terminaste? —Huram me pregunta y yo asiento tomando un pañuelo blanco para limpiar la sangre que salpicó mi rostro.

—Ojalá se esté pudriendo en el infierno. —Comento viendo al tipo que yace en el suelo.

Digamos que no me gusta que nos quieran ver la cara de imbéciles, ¿tratar de robar dinero del orfanato? Eso es algo que ni nuestro Creador perdonaría.

—En el infierno te vas a pudrir tú si sigues siendo tan sádico. —Me riñe mirándome mal. —¿Y quién va a limpiar este desastre? Exacto, yo lo haré. A este ritmo también voy a tener que descender al infierno para sacar tu alma y llevarla al paraíso.

Me reí. Huram drogado siempre tiene cosas interesantes que decir.

—Soy demasiado malo para llegar al paraíso, y si del infierno hablamos, te aseguro que el diablo no querrá tenerme en su reino, puede que le quite el trono. —Hablo al limpiar el cuchillo.

Huram suspira. —Estoy demasiado drogado, no hay seriedad en esta conversación. Mejor hay que ponernos a limpiar.

No discuto y procedemos a limpiar hasta no dejar el mínimo rastro de lo que sucedió aquí. No soy fan de los crímenes perfectos, me dan pereza, mas entiendo que son necesarios si no queremos volver a llamar la atención como en Flagstaff.

No entiendo la razón por la que les molestó tanto a mis hermanos que la policía nos estuviera buscando. Si me preguntaban a mi, fue de las mejores sensaciones que pude experimentar. ¿A quién le importa un crimen perfecto si no saben quién lo creó?

—Que los lobos de Helec hagan el resto. —Huram dice limpiándose el sudor de la frente.

Lo que más extraño de Arizona es el Grand Canyon, era tan fácil deshacernos de los cuerpos allí. Aquí los lobos ayudan, pero no es lo mismo.

Llevamos el cuerpo hasta la jaula de los lobos, no sé qué carajos hizo Helec para tenerlos tan adiestrados, pero lo que sea que hizo nos es de beneficio. Esas peludas bestias se encargan de eliminar hasta el último posible rastro.

Miro a mi mellizo cundo todo termina, ambos nos alejamos caminando hasta llegar al patio trasero de la casa.

Nos detenemos frente al bote de metal, mi hermano y yo nos comenzamos a sacar la ropa manchada de sangre hasta quedar únicamente en bóxer, arrojamos la ropa al bote y procedemos a prenderle fuego.

HELEC  #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora