IV

7.3K 826 1K
                                    





IV. Déjà vu.


Lærke.

Cada vez que me asomaba por el balcón lo hacía esperando volver a ver a Hiel.

Pero eso nunca pasaba.

Los días siguieron su rumbo, uno tras otro, lentamente llegó el primer día de clases.

No me sentí nerviosa, tampoco me sentí fuera de lugar. Dinamarca era un lugar que yo conocía, no era nada nuevo para mi, además, mi enfoque estaba en pasar mis clases, no en hacer amistades o sentirme aceptada en un grupo que en realidad no me importaba.

En la mayoría de mis clases intenté sentarme en las hileras de adelante para así estar más cerca al profesor y verme obligada a poner más atención, fue una buena estrategia ya que sentí que estaba cumpliendo mi propósito.

Mis días asistiendo a la universidad pasaban dejándome nadando en tareas y proyectos, mi tiempo se veía consumido en eso y se sentía bien que así fuera. Sentía que estaba haciendo algo productivo con mi vida, algo bueno para mi que mantenía mi cabeza ocupada, lejos de pensamientos intrusos.

Y quizá esa debió ser mi señal, cuando pienso que todo marcha bien y que finalmente he encontrado paz, los hermanos Hagebak aparecen en mi vida.

Era un día viernes por la tarde; al finalizar mi última clase había tomado un taxi hasta mi edificio con la idea de llegar, comer y dormir un poco para posteriormente levantarme a hacer tarea.

Subí al ascensor respondiendo un mensaje de Novalee, las puertas se cerraron y esperé a que el elevador se detuviera en mi piso.

Seguía entretenida con la conversación de Nova, el ascensor paró abriendo sus puertas y salí sin alzar la mirada. Distraída, siguiendo mi rutina de todos los días, saqué mis llaves de mi mochila preparándome para abrir la puerta.

Y cundo finalmente alcé la mirada apartándola de mi teléfono, noté a la persona que estaba recargada de la puerta de mi apartamento.

Lort.

Podía enfrentarme a Hiel, a Heber, a Helec, ¡a cada jodido hermano! Pero no a él.

No a Horem Hagebak.

No sé qué siento, pero es una sensación extraña. Las piernas me tiemblan al verlo, pero también siento que me he quedado paralizada observándolo.

—Hola, gusano.

Mis labios se sintieron secos al igual que mi boca. Mi cuerpo había olvidado cómo funcionar, no podía hacer otra cosa más que respirar y observar a Horem.

Seguía tan atractivo como siempre, con esos gestos de fastidio y desinterés que siempre me habían molestado, pero que a la vez me habían atraído a él de una manera que nunca esperé.

Venía vistiendo un pantalón negro junto a una playera color vino, y encima de esta portaba una chaqueta negra. Su cabello estaba ligeramente más largo, pero seguía manteniendo el mismo corte. No es que hubiera cambiado mucho, solo parecía una versión aún más atractiva de él mismo.

—No. —Es lo único que sale de mis labios. —No. —Repito, esta vez acompañando mis palabras con un movimiento de negación.

—¿No? —Horem cuestiona enarcando una ceja, sigue recargado de la puerta luciendo totalmente despreocupado.

—Vete. —Pronuncio enfocándome en sus ojos oscuros, lo cual es un error, porque al hacerlo solo pienso en lo bonitos que son, y eso me lleva a otro pensamiento que me hace dar un paso hacia atrás;

HELEC  #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora