XII

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XII. "De Profetas y Destrucción."

Horem H

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Horem H.

La detesto.

Nunca me cansaré de repetirlo.

La detesto.

Especialmente en este momento, viéndola babear por el rey de Dinamarca.

Me cruzo de brazos cuando regresamos al salón, Hiel pasa junto a mi dándome un empujón, ruedo los ojos, a ese imbécil también lo detesto.

Los detesto a todos.

Respiro profundamente, esto está saliendo bien por lo que Helec está satisfecho, en general todos lo estamos, incluyéndome, y aunque este evento debería ser motivo para celebrar y relajarse, yo no puedo evitar sentirme algo tenso.

No me gusta que Heber esté pegado de Lærke, o que Hiel le de miradas fugaces, menos me gusta que el gusano esté arrastrándose tontamente queriendo llegar al rey.

Antes de que le arranque la cabeza a alguien me es sensato alejarme, así que lo hago, siendo la copa de vino mi única compañía. Copa tras copa, no sé cuanto tiempo transcurre pero eventualmente Helec me busca diciéndome que es tiempo de irnos. Asiento sin refutar, ya quería largarme.

Lo sigo despidiéndonos de algunas personas, por lo que había escuchado los reyes ya se habían retirado por lo que no me tocó despedirme de ellos. Busco a Lærke y esta sigue pegada de Heber, no le doy mucha importancia porque simplemente no debería de importarme.

Salimos del castillo y las camionetas ya se encuentran listas esperando por nosotros. Ignorando el orden en el que habíamos llegado, voy y subo en la camioneta designada para Lærke y Heber.

—¿Se puede saber por qué estás aquí? —Mi hermano reclamó.

Al subirme al vehículo Lærke quedó en medio de nosotros, encontrándome yo a su lado izquierdo. Ella no dice nada, solo me mira con esos ojos verdes curiosos.

—Porque Hiel y Helec son un dolor de trasero. —Repliqué y proseguí a mirar por la ventana dando por finalizado el patético intento de conversación.

No sé quién demonios le preguntó pero Lærke comienza a parlotear sobre lo increíble que fue conocer a la realeza, ni Heber o yo la alentamos a seguir hablando, pero ella lo hace, eventualmente sus palabras se hacen menos, no tarda en callarse y al fin siento paz. Claro, hasta que su cabeza cae en mi hombro, se había quedado dormida.

Suspiro, supongo que esto es mejor que tenerla parloteando sin sentido.

La camioneta se detiene en la entrada del hotel donde nos hospedamos, abro la puerta y debido a que Lærke continua dormida le quito el cinturón de seguridad y procedo a sacarla del vehículo.

Mis hermanos me miran cargándola, pero nadie dice nada, o eso creí hasta que Hiel habló;

—Pensé que el hermano que tenía que fingir quererla era yo.

HELEC  #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora