VIII

6K 682 720
                                    





VIII. "Gusano Maleducado."



"Mas he de confesar que en su juego soy feliz,
Pierda o gane,
En sus cadenas quiero vivir."

-HELEC.

Lærke.

Todo está en silencio.

Miro la hora en mi teléfono y son casi las seis de la mañana. Suspiro levantándome de la cama, tomo ropa limpia y me dirijo al baño con la idea de bañarme.

Al salir me calzo con mis converse, dejo mi cabello suelto sin secarlo y al encontrarme lista para iniciar mi día opto por bajar a la cocina. Helec me dijo que me pusiera cómoda, así que eso es lo que planeo hacer.

La casa sigue en total silencio, no quiero despertar a nadie así que trato de hacer el menor ruido posible. Me acerco a la cafetera y preparo café, espero un rato antes de que este se encuentre listo. Tomo una taza roja de la alacena, vierto un poco del líquido y sin más salgo de la casa yendo al patio trasero.

Tomo asiento en uno de los sillones, tiene vista al bosque y este momento me lleva de regreso a Flagstaff, específicamente a la cabaña donde estuve con Heber. Me acurruco poniendo la taza a la altura de mi pecho, es una mañana bastante fría, lo cual no es inusual.

Le doy un largo trago a mi bebida, la sensación caliente recorre mi garganta causándome un extraño cosquilleo, suspiro dejándome absorber por la paz que se sentía de momento.

No quería pensar en donde me encontraba, ni con quienes estaba. Solo era yo, tomando café mientras observaba el bosque tranquilo.

Los minutos siguieron pasando, y al paso de estos mi café se fue terminando. Dejé la taza ya vacía sobre una de las mesas de patio y me dispuse a seguir absorbiendo estos momentos. Dios sabe que necesitaba un poco de paz.

No pasaron ni cinco minutos cuando mi paisaje se vio perturbado. A lo lejos, saliendo del bosque, pude observar a alguien acompañado de lo que parecían ser tres perros, no obstante, mientras más se acercaba noté que en realidad eran lobos, y la persona que los "paseaba" era Hiel.

Él debió ignorarme pues fue directamente al que parecía ser algo semejante a un corral, desapareció por unos momentos y cuando salió lo hizo sin los lobos.

Me quedé quieta sin moverme de donde me encontraba sentada, no quería ni pensar en la razón por la que ellos seguían teniendo lobos.

La distancia cada vez era menos; podía comenzar a notar sus serias facciones, sus manos con sus anillos, sus ojos azules, y sus malditos lunares esparcidos por su rostro.

Dios me libre de Hiel Hagebak.

Sus ojos encuentran los míos, los pocos metros que nos separaban se vuelven nada cuando él se detiene frente a donde me encuentro sentada, él se pone de cuclillas para quedar a mi altura, trago duro sintiendo que me voy a ahogar con mi propia saliva.

Y no, no es que me ponga nerviosa, son sólo las ganas que tengo de estrangularlo. A mi no se me olvida lo que me hizo, no se me olvida que me dejó bañada en sangre.

Simplemente no sé cómo responder.

—Nunca me buscaste. —Habló y esas son las primeras palabras que me dirigió luego de más de tres años.

—No se me da eso de ir tras mentirosos. —Repliqué simple, sabía que no tenía caso reclamarle, eso solo le haría el ego más grande.

—Me sorprende teniendo en cuenta lo mucho que te gustaban mis mentiras. —Dice con ese aire de grandeza disfrazado de ligero coqueteo.

HELEC  #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora