IX

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Y estoy sanando,
Pero aún me daña seguir queriéndote a mi lado.


IX. "Shalom"

 "Shalom"

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Lærke.

Domingo, día el cual los hermanos Hagebak lo consagran como el llamado día de su Dios.

Tal como lo hacían en Flagstaff, se visten totalmente de blanco, incluso la pequeña Hali va de ese color. Tengo entendido que desde que llegaron a Dinamarca habían buscado una nueva iglesia donde congregarse, y al parecer habían hallado una que se encontraba a unos 20 minutos de distancia.

—No estás obligada a asistir con nosotros, lo sabes. —Hagar me asegura y yo asiento, ya había tenido esa plática con Helec.

—Descuida, vivir con el señor Darío me acostumbró a asistir a la iglesia. —Y técnicamente no mentía, no era fan de la iglesia y de sus creencias, pero no tenía nada mejor que hacer. Sin mencionar que no me agradaba la idea de quedarme sola en esta casa, prefiero ir a un lugar público.

Hagar le acomodó el gorro blanco a Halí. —¿Crees que lo dañamos mucho? —Ella me pregunta bajito, y sé que se refiere a su papá.

—Eso se lo tendrían que preguntar a él. —Replico ya que no es mi lugar dar la respuesta a esa pregunta.

Ella asiente, y justo en ese instante Halí comienza a quejarse para después llorar. —Ay, olvidé su chupete. Sostenla un momento, por favor. —No me da tiempo ni a negarme cuando ya me entregó a su hija.

Halí continúa llorando mientras yo no sé qué carajos hacer, nunca en mi vida he tenido que cargar a un bebé, mucho menos tener que lidiar con uno. Trato de arrullarla pero su llanto se intensifica, necesito que su mamá se apresure pues aparentemente yo no sirvo con los bebés.

—No le agradas a Halí. —Escucho la voz de Heber detrás de mi.

Más tardó él en hablar que yo en pasarle a la bebé. Él la tomó entre sus brazos, y como si Halí los reconociera perfectamente, su llanto poco a poco comenzó a irse.

Heber se rió antes de mirarme. —Te ves linda cuando entras en pánico. —Bromea y yo tan sólo lo miro mal.

Como es de esperarse, está vestido completamente de blanco, solo resalta en su piel la pulsera de cuero negra que usualmente usa.

Hagar regresa con el chupete de la bebé. —Creo que llegué demasiado tarde. —Suspira antes de acercarse a ver a su hija, aunque sigue dejando que Heber la cargue. —Que se quede contigo, cuando vuelva a llorar se la das a su padre.

Heber asiente mientras pienso en que parece manejar muy bien a la bebé, me pregunto cómo será con otros niños.

A los minutos el resto de los Hagebak aparecen en la sala, Helec es el último y hasta entonces salimos de la casa.

HELEC  #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora