Capítulo 16

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Anna

Convencer a Thomas fue toda una travesía, y no solo porque dice que le aburren las fiestas de ricachones, sino también porque su paranoia lo tiene convencido de que tengo un amante o algo así.

Y para hacerlo aún más difícil, está pasando su primer día "sobrio" desde hace ya un tiempo, y eso lo tiene aún más susceptible de lo normal.

-¿También debo usar esta porquería? – gruñe, revoleando el moño.

-Sí, ven que te ayudo. – murmuro terminando de retocar mi maquillaje frente al espejo.

Thomas se toma su tiempo para venir arrastrando los pies, se posa enfrente mío y yo volteo para anudar correctamente la pajarita blanca.

-Podrías hacerlo más rápido.

-También podrías hacerlo tú. – mascullo.

-No puedo ni con mi propia cabeza, no jodas.

Termino y volteo a seguir con lo que estaba haciendo en un comienzo.

Aseguro los pequeños cabellos que amenazan con salir de la coleta alta que tengo, ya que decidí alizar mi cabello por esta noche, para poder lucir mi vestido mucho mejor. El maquillaje es en tonos oscuros, negros, cafés y dorados, y los labios, por el contrario, un tono nude claro.

Una vez que me considero lista, me desnudo y comienzo a subir el largo vestido con delicadeza, intentando ignorar la mirada del hombre a mis espaldas.

Estoy totalmente encantada del reflejo en el espejo, la coleta que llega a mi cintura y el foxy eyes combinan perfectamente con la elegancia del vestido de lentejuelas doradas, el gran escote y la espalda descubierta.
Para finalizar, me calzo los tacones y me echo perfume.

-¿Estas lista? – la voz masculina me saca de mi ensoñación y asiento.

-Sí, solo voy a buscar mi cartera.

-Te espero en el auto. – me informa antes de tomar el saco de su traje y abandonar la habitación.

Tomo el pequeño sobre y guardo las cosas que considero necesarias, antes de darme una última mirada de aprobación en el espejo y recorrer el mismo camino que hizo Thomas hace algunos segundos.

El camino en el carro no fue de lo más cómodo, en silencio ya que al más mínimo ruido que hacia el hombre a mi lado se quejaba de su dolor de cabeza.
Los guardias nos guiaron a un lugar libre para estacionar entre la inmensa cantidad de carros y personas descendiendo de estos.

-Por favor, compórtate esta noche y no hagas que me arrepienta de haberte acompañado. – masculla.

Yo simplemente inspiro aire antes de seguir caminando hasta la gran puerta frente a nosotros, cubierta de guardias y periodistas.

-Buenas noches, sus tarjetas por favor. – nos pide la esbelta mujer.

-Buenas noches. – le sonrío mientras la extiendo hacia ella, la cual toma y chequea en una tableta táctil.

-Que tengan una espléndida velada, señor y señorita Leduc. – nos sonríe, y no perdemos tiempo de adentrarnos.

La sala parece salida de una película de dioses griegos, todo en tonalidades doradas y sus derivados, dejándome sin palabras automáticamente.
Las personas se paseaban por esta con tranquilidad, luciendo vestidos y trajes asombrosos, que gritaban "costosos".

-Su mesa es la número cuarenta y tres, está casi sobre la pista. Déjenme acompañarlos. – otra mujer uniformada aparece a nuestro lado, y nos guía hasta nuestro lugar, desapareciendo rápidamente luego de esto.

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