Capítulo 25

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Anna

Un sonido insistente me despierta, aunque pasaron eternidades antes de que pueda abrir mis ojos. Tanteo con la mano izquierda sobre el piso, hasta dar con el pequeño aparato frio, y lo acerco a mi rostro intentando leer la pantalla.

Visualizo el enunciado "Thomas J." y rechazo la llamada como de costumbre, para volver a dejar el teléfono sobre el piso sin mayor preocupación.

Pero entonces un momento de lucidez llega a mí. Y me siento tan rápidamente que el arrepentimiento no tarda en llegar cuando mi cabeza parece estar a punto de explotar. Vuelvo a tomar el teléfono y veo la hora.

08:47 A.M.

Observo a mi alrededor, estoy en un sofá cubierta de mantas, y a mi lado en la inmensa cama solo está el cuerpo semidesnudo de un hombre que no tardo en identificar.

Joder, joder y joder.

Me levanto como puedo, tratando de hacer el menor de los ruidos. Coloco algunos rizos detrás de mis orejas, tomo los tacones que no estaban muy lejos del sofá, y me acomodo el vestido antes de tomar el pequeño bolso que cargaba anoche.

Rebusco por la tarjeta de mi habitación, y cuando la encuentro comienzo a caminar a hurtadillas hacía la puerta.

-La historia se repite. – la voz ronca y adormilada del hombre a mis espaldas me hace detenerme en seco. – Despertar por el ruido de tu celular, y verte con un vestido rojo huyendo de aquí parece un déjà vu.

Dejo escapar aire antes de darme la vuelta y enfrentarme a él.

Lo cual ahora parece una mala idea, porque he quedado embobada como a una tonta. Esta recostado en una pila de almohadas, y aunque tiene unos pantalones puestos, son grises y dejan poco a la imaginación. Sin contar que ahora puedo asegurar que dedica varias horas diarias al gimnasio, y que realmente se ve sexy con el cabello totalmente despeinado.

-Sí, bueno, quizás es el tipo de encuentros que estamos destinados a tener.

-Mierdas. – masculla – es el tipo de encuentros que tú nos fuerzas a tener.

Cierro los ojos por unos segundos y me paso la mano por el rostro.

-De todas formas, ya no importa. Debo irme ahora, y nadie puede saberlo.

Continuo mi camino y hago puntas de pie para observar por el pequeño espejillo en medio de la puerta y cerciorarme de que no haya nadie en el pasillo.

-Como si quiera que alguien supiera que mi empleada abandona mi habitación en las mañanas.

-Antes te despertabas de mejor humor.

-Antes no te escapabas como un ladrón.

Abro la puerta y la cierro detrás de mí.

No espero mucho y corro en puntas de pie hasta mi habitación, en la que entro en absoluto silencio. Decido no arriesgarme a pasar por la cama de Sarah para llegar a la mía, y me adentro en el baño.

Tomo una buena ducha, y para cuando decido salir la rubia apenas está movilizándose en su cama, y no se despierta del todo hasta que termino de alistarme.

-Hey, ¿Qué hora es?

-09:40, me voy a desayunar. – le informo y ella asiente estirándose.

Me monto en el ascensor que para mí fortuna estaba con las puertas abiertas, y desciendo hasta el tercer piso, donde me recibe un gran buffet para el desayuno.

Dejo mi libro, mi celular y la tarjeta de la habitación sobre una pequeña mesa para dos personas al lado del ventanal, y me vuelvo a las mesas llenas de comida, donde tomo una taza de café, un vaso de jugo de naranja, una manzana verde y una buena porción de pastel de chocolate.

InfinitosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora