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A Gulf le encantaba ver parejas felices. Era agradable ver que los finales felices sí existían. Pero ver al hermano mayor de Mew besando a su novio en la tumbona junto a la piscina, también lo hizo sentir increíblemente envidioso y dolorosamente consciente del cuerpo alto y fuerte de Mew a pocos metros, tirado a un lado de la piscina perezosamente. Mew estaba completamente relajado, con la cabeza tirada hacia atrás y los ojos cerrados mientras que el sol acariciaba su suave y reluciente piel.

–De acuerdo, esto sigue siendo raro – dijo Mew, abriendo los ojos y mirando a Zee y a Saint.

–¿Por qué? –preguntó Gulf– Tienes un hermano que ha estado fuera y orgulloso por años.

–No es eso –dijo Mew–. Sabes que no me puede importar menos en donde metan sus pollas mis hermanos – Mew se encogió de hombros, mirando de nuevo a la pareja y sonriendo–. Todavía es extraño ver a Zee tan... vulnerable. Nunca fue así con Donna. Siempre fue tan racional con ella, y ahora míralo.

Mientras lo miraban, Zee besó a su novio más profundamente, su mano deslizándose en el traje de baño de Saint para ahuecar su trasero.

–Eh –dijo Gulf, su rostro calentándose. Mew aulló:

–¡Mis virginales ojos!

Rompiendo el beso, Saint fulminó con la mirada a Mew. No parecía muy convincente, teniendo en cuenta lo sonrojado y dichoso que se veía.

– Piérdete, Mew. Y llévate a tu teñida sombra contigo.

–Ya te lo dije: soy azabache natural –dijo Gulf con un suspiro. No tenía idea de por qué al novio de Zee le desagradaba tanto.

–Lo es –dijo Mew, pasando un brazo alrededor de Gulf–. Vamos, Kana, pruébaselo al niño de Zee – enganchó un dedo en la cinturilla de los shorts de Gulf–. Quítatelos, muéstrale.

–Eres tan gay –dijo Saint–. Y no soy el niño de Zee.

–Lo dice el tipo que gime el nombre de mi hermano todas las jodidas noches –Mew sonrió y dijo con un horrible falsete–. Oh sí, Zee, más duro…

Saint agarró un Red Bull y se lo arrojó a la cabeza. Mew se agachó.

–¡No sueno así! –dijo Saint. Zee se reía.

–Lo haces un poquito.

–Te odio –gruñó Saint antes de mirar a Mew–. Incluso si lo hago, ustedes dos son todavía más gays.

Mew no parecía impresionado, todo rastro de diversión dejó su cara. Él suspiró.

–Está bien, es divertido y todo eso, pero se está pasando de moda. Hay una cosa así llamada amistad, ya sabes. Quiero decir, amo a este tipo por algún motivo – sonrió cuando Gulf le dio un codazo–. Pero incluso pensar en él de esa forma me asquea. Sería algo así como follarse a un hermano.

Gulf forzó una sonrisa débil.

–Síp. Como follarse a un gemelo. Asqueroso. Quiero decir, ¿lo has visto desnudo? –Su voz sonó bien. Alegre y juguetona. Y probablemente nadie pudiera notar que se sintió como si alguien le hubiese empujado un puño por la garganta y apretara su corazón con fuerza. Hermano.

Hermano.

Mew sonrió y plantó un beso fuerte y desagradablemente húmedo en la mejilla de Gulf.

–Soy sexy y tú lo sabes, cariño.

A veces jodidamente odiaba a Mew.

Gulf creyó que rodó los ojos y puso un rostro convenientemente disgustado, pero no estaba seguro. Su cara se sentía de madera. Como un juguete roto.

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