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–¡Levántate y brilla, Gulfie!

Gulf gimió y se hundió más profundamente bajo el edredón ante el sonido de la alegre voz de Win.

–No, no, no –dijo Win, tirando del edredón y exponiendo su piel desnuda al aire frío.

China no era tan fría como decía la gente. Era peor. [Nota: imaginemos que hace mucho frío en China, aunque no sea del todo cierto]

–Devuélvemelo o cierra la jodida ventana –se quejó Gulf, temblando y abrazándose a sí mismo–. Es febrero. En China. No es exactamente el momento del año para tener las ventanas abiertas.

–Lo haré… si sacas tu culo fuera de la cama. No vas a pasar todo el día en cama de nuevo.

Suspirando, Gulf se sentó y miró a su amigo.

–No es como si tuviera algo mejor que hacer mientras estás fuera.

Los suaves ojos castaños de Win lucían completamente indiferentes de momento.

–Al menos no eres el que se congela las pelotas con este clima, asistiendo a reuniones triviales con personas que apenas hablan tailandés –cerró la ventana–. ¿Cómo me veo?
¿Parezco mayor con este traje?

Gulf se encogió de hombros. Era difícil reunir entusiasmo sobre lo que sea en estos días.

–Realmente no. ¿Por qué te importa?

–Quiero que el hombre con el que voy a reunirme me tome en serio –dijo Win, con sus cejas juntándose. Tomó su notebook del escritorio y la trajo–. Mira.

Gulf miró al hombre de cabello castaño en la pantalla y sintió una vaga sensación de malestar asentándose en sus entrañas. Una imagen no debería haberle producido esa sensación de frío, pero lo hizo. No era la ropa del hombre; llevaba un traje oscuro con clase, no muy distinto al que usaba Win. No era la apariencia del sujeto: era alto, en forma, y bastante bien parecido. No podía tener más de treinta, tal vez treinta y cinco años máximo.

No, eran sus ojos los que pusieron a Gulf incómodo. La forma en que esos ojos miraban la cámara... había algo insensible y cruel en ellos.

–¿Quién es ese? –preguntó.

–El hombre con quien voy a reunirme.

–Luce vagamente familiar.

–Es un reconocido hombre de negocios –dijo Win–. Posee un buen número de empresas en Europa, pero él es el pez gordo aquí, si entiendes lo que quiero decir. Pregunté por ahí. La gente lo llama un tiburón.

Los ojos de Gulf se abrieron amplios.

–¿Por qué reunirte con él? Dijiste que tu padre no te permitía enfrentar asuntos importantes.

–Esa es la cosa: no lo hace –Win apagó la notebook, su expresión sombría, pero decidida–. Papá no lo sabe. Voy a demostrarle que puedo manejar a tipos como este –miró su reflejo en el espejo e hizo una mueca–. Sólo desearía no verme como un estudiante secundario. Oh, bien –suspiró–. Deséame suerte. Voy a necesitarla.

–Buena suerte –murmuró Gulf mientras que Win se ponía el abrigo y encaraba hacia la puerta.

Win se detuvo junto a la puerta y miró hacia atrás.

–No estoy seguro por cuánto tiempo estaré fuera. Tal vez un par de días. No te quedes en cama mientras estoy fuera de la ciudad… lo sabré. Y no más bebidas hasta que aprendas a retener el licor. Prométemelo.

–Lo prometo –dijo Gulf con una sonrisa forzada. Win no parecía especialmente convencido.

–Le dije al personal del hotel que te alimentara dos veces al día, pero tienes que salir afuera al menos una vez al día, ¿lo entiendes? –Su voz se suavizó–. No es saludable, Gulfie. Estoy preocupado. Quizás es momento de que vuelvas a casa. Estar lejos claramente no está ayudando.

–No puedo volver a casa. No estando así. Le prometí que no lo molestaría más –Gulf se mordió el labio–. No puedo volver a casa.

Win negó con la cabeza.

–Cuando te veo, empiezo a tener dudas sobre desear un amor épico. Tal vez sea más problemático de lo que vale.

Una leve sonrisa curvó los labios de Gulf.

–Un amor épico apesta sólo cuando no es correspondido.

–Sí –dijo Win–. Espero ser lo suficientemente inteligente para no perder la cabeza enamorándome de alguien que nunca me ame a cambio.

Gulf se rio por eso. Win no tenía idea de lo que estaba hablando.

–Vete. ¿Cuál es el número de la policía local? Lo necesitaré si la mafia china te secuestra.

Win se rio entre dientes.

–Si la mafia rusa me secuestra, la policía local es el último sitio al que debes llamar –dicho eso, se había ido.

La puerta se trabó al cerrarse tras Win, y él estaba solo con sus pensamientos una vez más.

Después de unos momentos de silencio, Gulf se metió de nuevo bajo el edredón y cerró los ojos, ignorando la punzada de culpa por romper su promesa a Win.

En su mayoría, no se arrepentía de unirse a Win en China. Win era una buena compañía y China era... interesante: las personas, unas cuantas diferencias culturales, el tamaño del país, la enorme brecha entre las clases sociales. Todo era muy interesante y...

Habían sido los más largos, dos meses de mierda en la vida de Gulf. A veces era difícil recordar por qué tenía que levantarse, y esas mañanas eran las peores. Estaba lo suficientemente consciente de sí mismo para saber que tenía un desagradable caso de depresión, pero que no sabía cómo salir de ello. Cómo recuperar algo de control.

Todo en su vida parecía haberse caído en pedazos: su familia, sus relaciones, su lugar en el mundo. En las pocas ocasiones en que habían hablado por teléfono, su padre le había gritado, más que furioso por su partida. Luego de las primeras llamadas, Gulf había apagado su teléfono. No necesitaba las diatribas de su padre para saber que estaba siendo irresponsable e imprudente. Sabía que no debería haberse ido así. Pero no podía volver. Ahora no. No podría manejar a su papá ahora mismo. Somchai no se perdía nada y no tenía reparos en usar las debilidades de la gente en su contra; en su actual estado mental Gulf se encontraría casado con Megan antes de poder darse cuenta. Porque su papá tenía razón: era débil. Se volvía débil por Mew, siempre lo había sido y siempre lo haría, pero era mucho más débil sin Mew.

Suspirando, Gulf se volteó sobre su estómago, envolviendo sus brazos alrededor de la almohada. Quería superarlo -no era masoquista- pero le resultaba imposible cuando cada fibra de su ser deseaba a Mew, un dolor profundo que no podía ser superado sin importar a cuántos sitios interesantes lo arrastrara Win. Era casi como una necesidad física, como el hambre o el sueño.

Dios, jodidamente odiaba cuan desorientado y fuera de balance se sentía sin la presencia de una única persona en su vida. Su orgullo lo resentía, pero su orgullo no podía cambiar cómo se sentía. Al principio, Win le había dicho que era normal que se sienta abatido después de una mala ruptura y que tenía que continuar a través de ello y superarlo, pero después de casi dos meses, Gulf sabía que no sería tan simple para él. No se sentía abatido.

Se sentía como un pez fuera del agua… intentando respirar y fallando.






Bueno gente, faltan tres capítulos más y llegamos al final de esta historia.

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