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Gulf reposaba en la oscuridad de su habitación, pensando en las palabras de Win. Probablemente Win sabía de lo que estaba hablando. Win realmente tenía mucha más experiencia en hombres y relaciones que él. Y tal vez el hecho de que Gulf hubiera conocido a Mew por tanto tiempo era realmente un escollo.

Gulf suspiró. Estaba empezando a caer en cuenta de que Mew no era el único con problemas para adaptarse a los cambios en su relación. Tenía el mismo problema. Había esperado que Mew se comportara igual que lo hacía siempre, y eso era estúpido. Había pensado que entendía a Mew mejor que nadie, y si bien eso podría ser cierto, se estaba dando cuenta de que Mew podría ser un hombre diferente cuando se trataba de sexo y relaciones. Estaba empezando a entender que ya no estaba tratando únicamente con su mejor amigo.

Mew estaba conflictuado. Por un lado, estaba el hombre que siempre había sido su pilar; alguien que siempre estuvo para él, alguien más cercano que un hermano. Por otro lado, estaba el hombre de mirada severa, que estaba molesto por toda la situación y que lo culpaba con razón por la pérdida de la mujer que amaba. Mientras que ese hombre todavía sentía afecto por su mejor amigo, parecía resentido, y ese afecto se había torcido en algo distinto. Ese hombre no tuvo reparos en usar la boca de Gulf o en evitarlo luego de follárselo, a pesar de que Mew debería saber cuánto lo lastimaría y confundiría.

Gulf suspiró de nuevo, su pulgar detenido sobre el nombre de Mew en su lista de contactos. Estaba determinado a darle a Mew su espacio para averiguar lo que quería, pero luego de tres días de silencio Gulf no podía soportarlo más. Tenía que saber dónde se encontraban, de una vez por todas.

Tocó el botón de llamada y llevó el teléfono a su oreja.

Un timbrazo. Otro. Y el tercero.

Seguido por el cuarto, y luego el quinto.

Estaba empezando a pensar que Mew no contestaría cuando finalmente lo hizo.

–Kana...

Gulf se estremeció al oír la voz grave de Mew.

–Hey –dijo, con su estómago haciendo un pequeño salto. Se dijo que era tonto. Sólo era Mew. No había motivo para sentirse tan endemoniadamente nervioso. Pero ahora, en la oscuridad y el silencio de la habitación, no podía dejar de recordar lo que había sucedido hace tres días. Calor se precipitó hacia su ingle. Se sonrojó al recordar cuan desvergonzado había actuado.

El silencio se prolongó, volviéndose tenso. Dios, daría lo que fuera por saber qué estaba pensando Mew en ese momento.

Gulf se lamió sus resecos labios.

–No me has llamado.

–Tampoco tú –dijo Mew. Otro, largo silencio tenso. Gulf se encogió.

–¿Va a ser así de incómodo a partir de ahora?

–Por supuesto que será incómodo –dijo Mew concisamente–. Por eso es que no deberías haberlo hecho.

–¿Yo? –Pese a su conversación previa con Win, sobre que él era el único culpable, Gulf no sentía que Mew estuviera siendo del todo justo. Y espetó–. Yo no estaba sólo allí.

Mew se rio suavemente.

–No nos engañemos, Kana. Probablemente podrías conseguir que asesine a alguien, si me lanzas esa mirada y lo pides con suficiente encanto.

Gulf rio.

–Vamos, estás exagerando.

–Ya quisiera –dijo Mew, con un toque de autodesprecio y resentimiento palpable en su voz, otra vez.

Y Gulf ya había tenido suficiente. La ira estalló en su interior, tan intensa que por un momento no podía respirar.

–Si estás tan harto de mí, puedes irte a la mierda. No estoy obligándote a quedarte. ¡Vete al Carajo! –colgó, respirando con dificultad.

El teléfono sonó.

Pensó en ignorarlo, pero conocía a Mew. Era imposible ganarle en terquedad. Atendió y arremetió.

–¿Qué?

–No hablas en serio –dijo Mew.

–Soy muy serio –dijo Gulf, con la voz temblando por la ira–. Eres libre de buscar a tu novia y tener una vida feliz. No voy a molestarte más con mis estúpidos sentimientos no correspondidos.

Colgó de nuevo y presionó el dorso de las manos en sus irritados ojos. Maldita sea.

El teléfono sonó de nuevo.

–Kana –dijo Mew–. No seas ridículo.

–Ya terminé de hacer el ridículo –dijo Gulf–. Ya tuve suficiente de sentirme culpable por mis sentimientos. Estoy harto de ello –Se tragó el grueso nudo en su garganta. ¿Por qué era tan difícil decir todo esto? En el fondo, sabía lo que iba a venir–. Desearía que no hubiéramos llegado a esto. Pero enfrentémoslo: no está funcionando. Nunca lo hará. No puedo cambiar lo que siento, y tú no puedes hacerlo tampoco. Es obvio ya, que no podemos ser sólo amigos y no podemos ser amantes… no podemos ser nada –Gulf respiró hondo para calmar su voz. No estaba seguro de cuanto éxito tuvo–. Creo… creo que tenemos que tomar caminos separados antes de que empecemos a odiarnos uno al otro.

–No puedes hacer esto –dijo Mew–. No hagas esto, Kana. No por el puto teléfono. Encontrémonos y…

Gulf cerró los ojos.

–Y entonces, ¿qué? –Silencio. –Estoy agotado, Mew – dijo Gulf, con voz apenas audible–. Si significo algo para ti, déjame ir. Vuelve con Janne. Sé feliz. Eras feliz con ella hasta que yo lo jodí.

Por un largo rato, sólo existió la respiración de Mew.

–¿Qué hay de ti? – dijo Mew.

El estómago de Gulf dolía. Quizás una parte de él había estúpidamente esperado que Mew lo rechazara de plano.

–Estaré bien. Algún día –Se mordió el labio con fuerza para tragar cualquier ruido que lo habría traicionado–. Tal vez cuando haya superado esto, en unos años, podamos reunirnos y pasar el rato o algo.

–O algo –Mew repitió con voz apagada.

Las uñas de Gulf se clavaron en su palma.

–Es lo mejor. Tú lo sabes. Mew colgó.

Gulf jaló sus rodillas hacia el pecho y se enroscó alrededor de ellas.

Cuando llegaron las lágrimas, no le trajeron alivio alguno. Quince años de amistad y amor, se fueron. Así como así.

Una o dos horas más tarde, se secó los ojos y buscó nuevamente su teléfono. Su visión estaba todavía borrosa mientras le escribía un mensaje de texto a Win.

¿Quieres compañía en China?




Voy a publicar un NoCapitulo en unos momentos, y necesito que comenten, definirá unas cosas.

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