Capítulo 11: Las mazmorras

213 35 10
                                    

Harry prefería olvidar lo que había visto aquella noche. Pero por alguna cruel razón, entre más quería ignorarlo, más fuerte se hacía el recuerdo. El recuerdo de ver la habitación de su mejor amigo rodeada de fotos de todos los Slytherin desaparecidos, con una gran equis roja sobre ellas. Eran solo unos niños. El recuerdo de aparecerse, lo más cerca que las salvaguardas le permitieron, en la casa provisional que le habían asignado a Draco. El recuerdo de sus pulmones ardiendo, mientras corría a toda velocidad.

Y aquel recuerdo que prefería ni siquiera mencionar. Después solo la sangre del que había sido su hermano en sus manos. No, no lo había asesinado; pero le había pegado una paliza que no olvidaría en su vida. Y aquella dulce voz, frágil como el cristal.

"¿Estás bien?" Había preguntado Harry

Que idiota. Que idiota él y que idiota pregunta. Desearía no haberla hecho. Sobre todo, por la respuesta que recibió.

"Sí, estoy bien. No te creas, he pasado por cosas peores"

Y Harry sabía que mentía. Sabía que estaba rogando por ayuda en silencio, por una salida a todo ese dolor. Pero Draco Malfoy no rogaba, y Harry lo sabía; por eso, ni una sola queja salió de su boca. Él no estaba bien. No lo estaba. Harry sabía que no estaba bien. No lo estaba y no lo estaría. No.

– ¡¡NO!!!

Harry se despertó bruscamente, se sentó y buscó a tientas sus gafas. Cuando las encontró dirigió la mirada a su lado. Aquellos ojos grises se enfocaban en él con una mirada salvaje.

– Draco. Está bien...

Harry intentó acercarse más, pero Draco se levantó de un saltó de la cama y empezó a retroceder con pánico.

– ¡¡No te acerques!! ¡¡No te me acerques!!

– Lo siento. Lo siento mucho. Soy yo, Harry James Potter. No tienes nada que temer, no te haré daño... Jamás lo haría.

Draco pareció, por primera vez, ver realmente dónde se encontraba. Harry se levantó e intentó acercarse de nuevo; esta vez lo recibió con un abrazo y un desconsolado sollozo.

– Lo siento, Harry

–Está bien. Está bien. Ven, vuelve a la cama... si quieres.

Draco asintió, calmando un poco sus sollozos, pero no se despegó de Harry, que lo guio hasta las sedosas sábanas blancas y lo ayudo a sentarse.

– Lo siento, es solo que sigo teniendo estas...

– ...pesadillas – Completó Harry por él

Él también las tenía. Draco asintió, mirándolo directo a los ojos.

– No te preocupes... ¿Hay algo que pueda hacer para hacerte sentir mejor?

– No lo creo... Es solo que... – Draco pareció reunir fuerzas para hablar – ...No importa cuántas veces me lave, me estregue, simplemente... Siento que siguen ahí... Marcas... – Dijo tocando su cuello – ...Marcas que no se van, no me dejan en paz. Aun las siento ahí, y me hace sentir asqueroso. Y no importa cuánto escarbe en la piel, no logro hacer que se vayan... A menos que puedas hacerlas ir, no hay nada que puedas hacer...

Harry pensó un momento en todo el dolor que tenía Draco dentro. No era muy difícil ponerse en su lugar, de algún modo, en el fondo, él también lo tenía dentro. Literalmente. Y sabía qué era exactamente lo que estaba sintiendo. Por ello se arriesgó. Porque sabía que ayudaría. Solo que no sabía de dónde provenía esa seguridad.

– Tal vez pueda hacerlas ir... Un poco...

– ¿Cómo? – Preguntó Draco con desesperanza

– Así...

El Paraíso EternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora