Semanas pasaron desde aquel encuentro sexual, ambos chicos se estaban evitando. Billy no quería que su padre supiera sobre su asunto con Harrington.
Steve estaba molesto y triste con sus padres.
Ambos tenían mierda con la cual lidiar y verse solo iba a empeorar todo.
Todos conocían cual era el problema con Billy, su padre, lo mismo de siempre, era un abusador pedazo de mierda que le gustaba aplastar la autoestima de su hijo por los suelos, le gustaba pisotear sus esperanzas y recordarle que era un marica por cualquier cosa que hiciera, incluso aunque fuera respirar. Digamos que su problema con ira se la atribuía su padre.
Demonios, al californiano le cabreaba el no poder defenderse cada vez que su padre le hacía o decía una mierda y se desquitaba con los demás. De ahí mismo provenía su apatía con las demás personas, la falta de afectividad lo habían formado de esa manera. Hargrove estaba consciente que era un hijo de puta la mayoría del tiempo. Habían ocasionados en las cuales se sentaba y se daba cuenta no era un tipo agradable, es decir, hasta su pequeña hermanastra le temía.
Estaba bien, ser rudo, tenía que forjar una reputación para que todos le respetaran y de alguna forma mostrarle a su padre que no era un marica. Pero si se daba cuenta que había llevado aquel papel al límite. Cometía cosas imperdonables, cosas de las que no se perdonaba ni él mismo.
Actuaba como la bestia que su padre le había enseñado a hacer.
En ocasiones se acostaba en su cama, mirando al techo y pensaba en como sería su vida si hubiese tenido una infancia diferente. Tal vez hubiera conocido lo que era el amor y no se sentiría asqueado cada vez que alguien intentaba abrazarle. Tal vez hubiera conocido lo que era la amabilidad y la tolerancia. Tal vez no estuviera tan frustrado y lleno de ira.
Billy sabía que era un completo hijo de puta y por eso era mejor que no se topara con el castaño de ojos cafés y piel soñada. No quería arruinar una de las únicas cosas que lo hacía sentir vivo.
Steve por otro lado estaba molesto porque sus padres no vendrían a casa como lo habían prometido, era el mismo cuento de siempre, el castaño a este punto estaba tan decepcionado. Mentirle de que vendrían para las vacaciones, las fiesta y su cumpleaños a casa, era el pasatiempo favorito de sus padres.
¿Era tan mal hijo para que sus padres no quisiera pasar tiempo con él? Es que, Steve no podía encontrarle más respuesta que eso. ¿A caso él había sido un error? ¿Algo nunca deseado? ¿Había venido a este mundo a joder la vida de profesionales y empresarios a sus padres? Él estaba tan confuso y la misma vez molesto, no le gustaba estar en la incertidumbre, no le gustaba estar parado en terrenos desconocidos, él estaba acostumbrado a tener las respuestas para todo y era algo que sus padres habían dejado de hacer mucho tiempo.
No recuerda cuando fue la última vez que incluso su madre lo llamó para decirle que lo amaba. O ver algún juego de baloncesto con su padre.
Dios, él no sabía lo que era tener quien le consolara mientras tenía el corazón roto. Tuvo su primera ruptura amorosa y sus padres no estuvieron ahí. Era como que si el chico se hubiese criado solo, se hubiera moldado solo y se hubiese obligado a si mismo a crecer.
No tenía ni una maldita idea de que era tener una familia. Tener una cena hecha en casa por su madre cada vez que salía de la escuela. Tener quien le estuviera tocando las pelotas cada vez que hacía sus tareas o quien le diera consejos. Era deprimente la forma en la que había crecido, sin nada. Absolutamente nada más que dinero y una gran casa sola.
Sentía añoranza, soledad y confuso. Por eso era mejor mantenerse alejado de Hargrove, con él en su camino, empeoraría más las cosas.
Ambos estaban enojado con ellos mismos y con todos. El distanciamiento estaría bien hasta que ambos encontraran las palabras adecuadas para solucionar su desastre.