IX

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Después de la maravillosa velada en la cantera. Billy decidió acompañar a Steve hasta su casa, solo por preocupación. El castaño se quejó de inmediato.

-Esto es realmente innecesario, ¿lo sabes? -el de orbes cafés se levantó, limpiando sus pantalones con sus manos- Soy casi un adulto, no necesito de cuidos.

Billy por otro lado, rodó los ojos mientras colocaba todo lo que había traído en la cajuela de su auto.

-Me importa una mierda, podrías ser cuarenta años mayor que yo y siempre voy a querer cuidarte. Así que cierra la boca, entra en tu jodido auto que yo voy a seguirte. Si sigues quejándote voy a quebrarte la nariz.

Cerró la cajuela del auto con fuerza y se acercó al castaño, metiéndolo a la fuerza al BMW. Una vez que Steve estuvo dentro a regañadientes, Billy se recostó en la ventana de este, alzando su cuerpo hacia dentro, haciendo que su rostro estuviera frente al de Steve.

Harrington volvía a sentir lo agradable que era sentir que sus respiraciones se mezclaran en una sola. Lo bien que Billy olía y la forma en que el de ojos azules le miraba.

-¿En realidad te importo, eh? -interrogó el castaño con curiosidad y miedo a la vez.

Miedo de no recibir la respuesta que estaba esperando, miedo de que aquella pregunta arruinara todo lo que habían arreglado esta noche y miedo de que si recibía la respuesta que quería, sabía que se le sería imposible alejarse de Billy.

-Oh, Dios. Jódete, Harrington. Solo enciende tu estúpido auto y conduce.

-Está bien, está bien.

Encendió el auto y empezó a conducir hacia su casa. Segundos después escuchó el rugir del auto de Billy detrás suya, podía verlo por el retrovisor, llevaba su distancia, no tan cerca, ni tan lejos.
La música que solía escuchar a todo volumen siempre, había desaparecido y conducía bastante lento.

Las calles de Hawkins estaban vacías, ¿qué hacía la gente después de que empezara a caer la noche? Era como que si fuera un pueblo fantasma, solo las luces de los postes eléctricos hacían compañía, junto con el cantar de mis grillos.

No sabía porque el camino hacia su casa se había sentido tan corto ahora, pero estaba feliz. Estaba cansado y anhelaba poder acostarse en su cama.

Estacionó su auto en garaje y salió de este. Billy ya estaba afuera de su casa, el auto estaba encendido pero él estaba recostado en la puerta del vehículo. Encendiendo el cigarrillo que estaba en sus labios, el olor de Marlboro rojo llegó a sus fosas nasales y él se acercó lentamente al rubio.

-¿Responderás mi pregunta? -volvió a cuestionar.

Billy tomó una larga calada y expulsó el humo hacia el rostro del castaño mientras lo analizaba lentamente.

-Demonios, Harrington. Te gusta hacer más cosas difíciles, no puedes solo relajarte y dejar de cuestionar todo.

Steve tomó iniciativa y tomó el cuello de la chaqueta de Billy acercándolo a su rostro.

-Me gustan las cosas difíciles, pero necesito mi respuesta.

Ambos se miraron a los ojos sin decir nada más que escuchar sus propias respiraciones. Steve se perdía en ojos hermosos ojos de Billy. Dios, porque nunca se había percatado de eso.

Billy tomó el rostro de Steve en una de sus manos, acercándolo más, sus labios estaban rozándose.

-Ven mañana a mi casa y podrás averiguar chico bonito -susurró con voz ronca.

Estampó sus labios contra los del castaño, besándole de forma lenta y deseosa. Steve le respondió el beso, colocando sus manos detrás de la musculosa espalda del rubio, hundiéndose más en el beso.

Ambos se separaron con la respiración entrecortada, manos encima del otro, sonriéndose como completos bobos. Los dientes de conejos de Billy le hicieron sonreír aún más.

-Nos vemos mañana, Harrington.

-Te veré ahí Hargrove.

RIBS [Harringrove]Where stories live. Discover now