XIII

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Los días siguieron pasando, no volvieron a hablar de aquel disparate en el mirador de la cantera.

Billy creía que había cosas que era mejor no hablarlas, que estaban mejor de la forma que estaban. Y que si no se hablan era por los resultados que podrían dar.

Esa conversación podría darle a él y a Steve todo lo que habían querido o también podría darle punto y final a su amorío.

Y es que a Billy se le hacía re cómodo que nadie supiera de lo suyo con Steve, porque no le molestaba en lo absoluto que las personas cercanas a ellos tuvieran conocimiento de ello o incluso las personas que se hacían los desentendidos de porque el castaño y el rubio pasaban tanto tiempo juntos. Pero él apreciaba la privacidad.

Por otro lado, Hargrove sabía que a su chico le gustaba que todos supieran lo felices que eran ambos, le gustaba proclamarlo suyo delante de todos, Billy no sabía si eso le derretía el corazón o lo hacía ponerse duro.

Billy sabía exactamente la conversación que debían tener pero la seguía posponiendo, ganando tiempo para volverse lo suficiente independiente y así huir con su chico.
Demonios, no había momento en que no pensara en eso, soñaba con aquello, lo anhelaba. Pero solo necesitaba tiempo.

Steve era impaciente, perdía la cordura rápidamente. Era como que si hubiesen cambiado de personalidad. Había adoptado cada una de las facetas del ojiazul, Billy no sabía si era algo bueno o malo.
Harrington era inseguro, pensaba que estaba acostándose con más chicas como solía hacerlo, y era esa la razón por la culpa no le gustaba hacer lo suyo tan público.

Era como que si el no tener aquella conversación estuviera consumiendo a Steve y Billy empezaba a preocuparse por eso.

A pesar de todo, de todos los altos y bajos, siguieron juntos. Billy no tenía de que quejarse, el castaño le había dado el amor que nunca había tenido durante sus 18 años. Que más, el californiano no podía pedir por más. Aunque le afectara su estúpida reputación de descorazonado, debía admitir estaba enamorado de Steve, jodidamente enamorado que quería golpearle el rostro al castaño por hacerlo sentir tan vulnerable a su lado.

Por otro lado, el cumpleaños de Max se avecinaba, era mañana. Hoy por el día había ido de compras con Steve para comprar todo lo que Susan le había encargado. Billy odiaba las compras, digamos que ir con Steve lo hacía un poco más soportable. El castaño se encargaba de elegir todo, solo le pedía autorización a Billy, quien asentía a todo.
Fue una tarde bastante tranquila, compraron, comieron en el centro comercial, fueron incluso al cine y luego paso dejando a Steve a su casa.

-¿Te veré más tarde? -murmuró el castaño bajando del camaro del rubio.

-Tal vez, trataré de escabullirme. Me siento asfixiado, he tenido a Max, Susan y el cabrón de Neil hablando de esa jodida fiesta. No iré, será completamente aburrido.

-Por Dios, Billy. Es tu hermana. Vamos, haz un pequeño esfuerzo, ella te quiere ahí.

-Me he esforzado, Harrington. Fui a hacer todas estas estúpidas compras, le compré un regalo y lavé los platos toda esta semana para que Max y Susan tuvieran tiempo para organizar todo. Estoy exhausto.

-Tú en realidad la quieres, ¿no es así? -sonrío risueño el castaño.

-¿De qué hablas?

-Max. La quieres, te preocupas por ella.

-Jodete, Steve.

Le sacó el dedo de en medio y se dio la vuelta. Steve caminó detrás de él y lo encaró para luego darle un abrazo. Enredó sus brazos alrededor de su cuello. Seguidamente el rubio lo acercó más colocando sus brazos alrededor de aquel torso lleno de lunares.

RIBS [Harringrove]Where stories live. Discover now