Entramos en el comedor, el cual ya estaba lleno y al instante me golpeó el olor más embriagador que había percibido nunca. Era tan dulce que respiré profundamente para que llegara hasta el fondo de mis pulmones.
—Dios, ¿Qué es ese olor tan increíble?
—No huelo nada fuera de lo común —dijo Emily mientras olfateaba el aire— seguramente estés oliendo la increíble comida de allí, vamos a hacer cola.
Estaba hambrienta, dejamos nuestras cosas en una de las mesas que se situaba en la parte de atrás y luego nos dirigimos a la fila.
Mientras hablábamos distraídas esperando nuestro turno se nos acercaron dos chicos, ambos bastante robustos y musculosos. Uno de ellos tenía el pelo negro despeinado, estaba afeitado y sus ojos verdes eran lo que más llamaba la atención sin duda. El segundo chico que le seguía tenía el cabello de color rubio que cubría parte de su frente y sus ojos eran de un marrón oscuro. El primero empezó a hablar.
—¡Hola! Me llamo Conan y mi amigo se llama Owen, esto... —hizo una pausa— nos preguntamos si podríamos unirnos a vuestra mesa.
Miré a Emily en busca de una aprobación, sin embargo, esta hizo lo mismo. Ambas asentimos.
—Por mi no hay ningún problema —dijo Emily.
Conan miró a su amigo y ambos sonrieron.
—Yo soy Hope —me presenté.
—Y yo Emily —añadió ella.
—Es un placer conoceros —dijo Owen.
Además de las presentaciones seguimos hablando un poco mientras avanzaba la fila, tomamos nuestras comida y tomamos asiento. Me situé entre Emily y Conan. Me distraje intentando averiguar el origen de ese maravilloso aroma el cual seguía inundando mi olfato.
—Mira Hope, los alfas están aquí —dijo Emily sin quitarles ojo.
Habían dos chicas y cuatro chicos, bastante atractivos, entrando y tomando asiento en una mesa reservada lejos del resto.
—¡Creo que cada uno podría manejar tres manadas si quisiera! —exageró Emily que estaba totalmente hipnotizada por los recién llegados.
—Seguro que si —seguí con su broma.
Ambas nos echamos a reír.
Entonces me di cuenta de que Conan estaba cada vez más cerca de mi, el chico estaba cómodo sin hacer ningún mal, pero yo no estaba acostumbrada a esa cercanía ya que he evitado de todas las maneras posibles el contacto con otras personas que no fueran las de mi familia con tal de ocultar mi marca, sentía como si fuese una amenaza que alguien se posicionara a poca distancia, invadiendo lo que yo consideraba mi espacio personal.
Gruñí en voz baja incitada por mi lobo, aclaré mi garganta e intenté alejarme un poco de él, el cual siguió acercándose más a mi. Estuve apunto de dejar salir mis instintos más primarios cuando escuché lo que me pareció la voz de un ángel.
—Hola a todos —dijo una voz captando la atención de la sala y creando un silencio irreconocible en este comedor.
Puso un tono muy autoritario e hizo callar y atender al resto de personas. Aún así su voz seguía siendo música para mis oídos, me tenía cautivada. Entonces levanté la vista y lo vi por primera vez, un hombre de piel blanca, con el pelo corto y negro, corpulento con una figura perfectamente definida, parecía creado por los mismísimos dioses, situado de pie junto a la mesa de los alfas. Hasta el más mínimo de sus movimientos intimidaba. No era de extrañar que fuera un alfa.
—Mi nombre es Klaus, soy alfa de la manada Mangata. Espero que se hayan adaptado bien. Todavía tienen tiempo para seguir disfrutando de la comida, solo quería informarles que en unos minutos serán llamados para ser asignados en uno de los seis grupos —miró hacia todas las mesas examinando a los integrantes de la sala— que aproveche.
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Compañera de un alfa
FantasyHope, había obtenido otras habilidades además de la de transformase. Nació marcada por el fuego. Eso era algo permanente que llevaría consigo misma hasta el final de sus días. Eran seres poco comunes. La diosa Luna había obsequiado a algunas familia...