Capítulo 1: Despedida

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Me desperté con los primeros rayos de sol de la mañana. Me levanté al instante, me llevó tan solo un par de segundos darme cuenta que día era hoy. Mi entrada en el campamento de entrenamiento. Tenía que admitir que estaba algo asustada por la llegada de este día. Sentía que tenía más que perder que ganar, es decir, si alguien llegaba a conocer mi pequeño secreto sobre mi verdadera naturaleza podrían ponerse todos en mi contra. En cambio, si conseguía sobrevivir estas tres semanas de adiestramiento sin llamar la atención de nadie, volvería a casa con más autocontrol y no sospecharían manadas u omegas cercanos sobre mi condición.

Según las diferentes regiones donde los hombres lobos conviven con los humanos, sin que estos últimos sepan sobre nuestra índole, cambiará la forma en la que nos enseñan a defendernos, atacar o el dominio sobre nosotros mismos. En la zona en la que yo vivo hay un par de campamentos para todos los betas y omegas del distrito. Mi territorio está regido por tres poderosas familias que así lo han dictado, dicen que así todos estaremos dotados de básicas técnicas y estrategias además de aprender a dominar nuestros instintos.  Es por ello que pienso asistir, para hacerme pasar por una simple omega que reniega a pertenecer a una manada y luego seguir por libre. Eso es lo que hemos planeado mi madre y yo. Sin duda ella ha sido y es un gran apoyo para mi. Siempre me ha mantenido a salvo, a veces a podido ser demasiado sobreprotectora. Aunque no me lo diga sé que no está del todo convencida con que vaya al campamento, sin embargo, insistió en que fuera, me dio algunos consejos para relacionarme con otros de mi especie, cosa que no había necesitado antes. Por suerte para mi, muchas de ellas eran instintivas. Mi propio cuerpo me lo pedía.

Casi estaba preparada para irme. Terminé de cepillarme mis marrones mechones de pelo y rápidamente me hice una trenza.

Bostecé mientras bajaba las escaleras.

—Buenos días mamá —la saludé

Estaba sirviendo la mesa para desayunar. Había varios platos además de los nuestros.

—¿Tom? —pregunté.

—Está apunto de llegar —respondió Camile, mi madre— quería despedirse de ti antes de que te fueras.

Tom era un humano que había conocido mi madre no hace mucho, tenía dos hijas. Scarlett, que tenía diecinueve años, su pelo era rubio y rizado, su piel blanca, y sus ojos verdes. Lucy era la pequeña, tenía seis años, al igual que su hermana y su madre tenía la piel blanca y su pelo rubio, sin embargo, el de Lucy no era tan rizado.

Camile y Tom se conocieron poco después de nacer la segunda hija de él. Su mujer le había dejado y durante el juicio mi madre lo ayudó y lo apoyó hasta que finalmente comenzó a forjarse una relación amorosa. Actualmente llevan cuatro años juntos, pero ninguno de los dos se atreve a ir más allá. Nos visita bastante a menudo y muchas veces viene con sus hijas. Me caen realmente bien y ellos tres además de mi madre son los únicos que saben lo que soy. No deberían saberlo por el hecho de ser humanos, pero guardan el secreto y gracias a ello estoy más cómoda sin tener que mentir, ni esconderme, ni ocultarlo.

Adoro a Tom, a Lucy y Scarlett, los siento como mi familia. Llevo conociéndolos cinco años, y al final mi madre y yo decidimos contarle sobre que era una mujer lobo hace más o menos unos seis meses. Para ellos algunas cosas son bastante nuevas.

Como había dicho mi madre Tom llegó, estaba acompañado por Scarlett y Lucy. Todos nos sentamos en la mesa.

Comimos en silencio. Yo más lento de lo que normalmente lo hacía. Intentaba saborear el sabor de la cocina de mi madre. Ella es una increíble cocinera, y me había enseñado mucho. Podría cocinar cualquier cosa, pero no tan bien como ella por supuesto. Suspiré.

—¿Estás segura de tener comida suficiente para las próximas tres semanas? —miré a mi madre.

Ella se rió.

Compañera de un alfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora