Capítulo 4: Empieza el campamento

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Los alfas se fueron levantando según el número que nos habían dado.

—Los que tengan el número tres irán conmigo —dijo Klaus— venid, os enseñaré nuestro aula.

Me había tocado en el grupo del alfa Klaus. Por un momento me pareció que me había mirado y había sonreído, pero lo cierto es que no podía estar segura, no pude aguantar la mirada por más de unos segundos. Era extraño, ese chico, me producía una sensación de respeto y de calma. Nunca había sentido nada igual.

Salimos del comedor y empezamos nuestro recorrido por el campamento. El pasillo a la derecha de la entrada del vestíbulo llevaba a la enfermería y la lavandería, y el pasillo a la izquierda a las aulas de entrenamiento y al final había un patio que daba al bosque, algo que era de esperar, dado que estábamos en medio de una arboleda.

No dejé de oler el dulce aroma que había percibido en el comedor. No era comida, eso estaba claro, era tan placentero. 

—Aquí es donde normalmente entrenaremos. Se os ha dividido en dos grupos para las comidas, nuestro turnos son de ocho a nueve para el desayuno, de dos a tres para la comida y de ocho a nueve para la cena con los grupos uno y cinco. Ahora mismo la primera planta de habitaciones tendrá que usar los baños públicos, los tenéis al final del pasillo de esa misma planta. En unos días los problemas con el agua se habrán arreglado y podréis asearos en vuestras habitaciones. Os dejo que os instaléis y descanséis, nos vemos a la hora de comer —se despidió— ah y una última cosa, yo que vosotros me pondría algo cómodo, empezaremos con el entrenamiento.

Genial, la primera planta era en que yo me hospedaba.

Cuando subía las escaleras habían tres plantas más. La segunda era para más omegas y betas del campamento. La tercera para los alfas e invitados y la cuarta y última llevaba a la azotea o eso había escuchado decirle a Klaus a un omega que le estaba preguntando mientras yo me iba a mi habitación.

Mientras me alejaba del grupo perdí aquel aroma que tan satisfactorio me parecía. 

Cuando llegué Emily ya estaba allí. Ella estaba en el grupo uno, con la alfa Linnette. Por suerte, Owen, uno de los chicos de esta mañana también había caído en su grupo.

—¿Qué tal las primeras impresiones? —preguntó cuando me vio llegar.

—Bien ¿Qué te han parecido a ti? —pregunté mientras cerraba la puerta.

—Igual, no puedo quejarme —soltó un suspiro.

—¿Owen? —le sonreí.

—¿Qué pasa con él? —me preguntó un poco alarmada.

—Oh venga, he visto como lo mirabas y cómo te has puesto cuando la alfa ha dicho que estaba en el grupo número uno —reí.

—Vale, lo confieso, me parece bastante atractivo —sonrió cuando la imagen de él se le pasó por la mente.

—¿Entonces abandonas tu misión de conquistar un alfa? —bromeé y arqueé una ceja.

—No lo descarto, ni que Owen fuera mi compañero —soltó una carcajada.

Otra vez esa palabra, compañero. 

Nos pasamos horas y horas hablando. Esta chica se veía tan extrovertida, alocada y graciosa que podía verme haciéndome amiga de ella en poco tiempo.

Tal y como había dicho el alfa bajamos a comer en nuestra hora. Nos acabamos juntando los mismos en la misma mesa. Conan, el cual estaba en el grupo cinco, con un alfa llamado Edmund, y Emily y Owen.

Mientras comíamos el alfa Edmund interrumpió para avisarnos que cuarenta y cinco minutos después de cada comida empezaba nuestro entrenamiento, cada uno en nuestra sala correspondiente. Eso quería decir que a las cuatro menos cuarto debíamos estar ya en el aula preparados, menos en la cena.

Cuando terminamos de comer subimos a nuestras habitaciones. Me cambié la ropa y me puse algo más deportivo y cuando llegó la hora bajé y busqué la sala que no hacía mucho el alfa Klaus nos había enseñado.

Entré. Todo mi grupo estaba ya en la sala. Eran dieciséis personas contando conmigo. Me coloqué en una de las esquinas. Cuando me giré visualicé a un par de chicos observándome de arriba a abajo. Los ignoré.

El alfa Klaus se introdujo en la sala sin a penas hacer ruido. La única razón por la que me di cuenta de su presencia era porque había vuelto a percibir ese mismo olor tan agradable de antes. 

—Bien chicos, quiero ver de que sois capaces —comenzó Klaus— así que en la clase de hoy quiero veros pelear entre vosotros. Os iré llamando por orden y peleareis encima de la plataforma roja. 

 Esperé pacientemente mi turno. Empezó a llamarnos de dos en dos para que luchásemos encima de una tabla bastante grande.

—Hope Evans —dijo la angelical voz.

Me coloqué sobre aquel cuadrado, frente a mi contrincante, a la cual había llamado antes.

—Podéis empezar —anunció el alfa.

La chica contra la que me había tocado luchar atacó primero con su puño derecho, yo lo esquivé y contraataqué con una patada en su costado ya que lo tenía al descubierto. Retrocedió. Luego me lancé a por ella, pero me derribó y se sentó sobre mi, intentó sujetarme las manos aunque fue en vano porque finalmente me pude liberar. Ahora las dos nos pusimos en pie y seguimos. Ambas peleamos lo mejor que pudimos. La mejor manera para hacerlo era nuestra otra forma, sin embargo, nos había prohibido usarla de momento. Finalmente conseguí vencerla.

Luego las dos volvimos a nuestros sitios y el alfa llamó a los siguientes. Y así hasta que acabó la clase.

—Hay muchas cosas que mejorar, pero no está mal —dijo Klaus pensativo— en aquellas dos estanterías están los uniformes, ordenados por tallas. Podéis cogerlos e iros y prepararos para cenar, mañana continuaremos con más.

Todos se dirigieron hacia donde había indicado el alfa menos yo, ya que me detuve al notar una mano sobre mi hombro. 

—¿Si alfa? —pregunté cuando me di la vuelta y descubrí quien reclamaba mi atención.

—¿Cómo has hecho eso? —preguntó confuso.

Entonces me quedé paralizada por unos segundos. Había encontrado la fuente de el olor más agradable que había percibido hasta la fecha.

—No entiendo a que te refieres —dije extrañada.

—Es igual, ve con el grupo —dijo y me regaló una sonrisa.

No tenía ni idea de a que se refería ¿Qué es lo que se supone que había hecho yo? ¿Era algún movimiento durante la pelea? Lo dejé pasar.  Cogí el uniforme. Después de eso caminé de regreso a mi habitación. Emily llegó poco después, fuimos a cenar y al llegar de nuevo a nuestro cuarto me dejé caer sobre la cama y al cerrar los ojos el sueño se apoderó de mí.



Compañera de un alfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora