Une

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Argentina se sentía tranquilo, a pesar de conocer perfectamente a su madre, sabía que le esperarían dos o tres golpes por su parte por haberla encerrado, pero aún así estaba tranquilo, esperando a que su madre tras esos largos años de encierro haya recapacitado y ya no sea tan guerrillera o conflictiva como lo recordaba, a pesar de que sabía que en aquella época la guerra era bocado de todos los días, sabía que su madre podría ser muy terca y bélica cuando se lo proponía.

Las cadenas resonaron, chocando contra el suelo de forma pesada y molesta, prontamente el ambiente se volvió pesado y tenso, era como si todo hubiese adquirido una sensación de hostilidad y desconfianza, era como si entre sus filas caminara el mismísimoAres, el dios de la Guerra, llamado la atención de todos los países que estaban reunidos en aquella sala, estos eran uno de los temas a tratar, y muchos sentían curiosidad por la madre del argentino, aquella mujer que muchos describían como encantadoramente caótica y cruel, con mano de hierro y con un espíritu indomable. Tenían curiosidad de ver a una versión del argentino que sea tan agresiva y violenta cuando la actual representación de dicho país ahora por la única razón por la peleaba era por razones pacifistas.

Dos oficiales pertenecientes al FBI entraron a la sala y con ella arrastrando a la madre de argento, haciendo que los países notarán de inmediato aquella piel azul, muy oscura, muy destacable, su rostro se encontraba dividido de forma horizontal por una franja blanca, y su sol, a diferencia de su hijo, era de un sangriento rojo, mientras que en cada punto de su rostro se vislumbraba una especie de sombrero rojo, su cabello azulado caía sobre su espalda en forma de hondas, enmarcando su impactante belleza, ella aún portaba su uniforme militar y a ningún país se le pasó desapercibido el brillo de fiereza con la que miró a todos los presentes.

Las cadenas que aprisionaban sus manos y pies la hacia moverse con cierta torpeza, e iba lento, pero cuando un oficial del FBI quiso que acelerará el paso, agarrándola del brazo, optuvo un cabezazo de la mujer mientras que escupía a los pies del oficial, con claro odio y terquedad. A más de uno le sorprendió lo violenta que mostró ser cuando no llevaba más de 3 minutos en aquella sala.

—Gracias, pueden retirarse— aseguró ONU cuando la sentaron en una silla en el centro de toda la sala.

Confederación se había quedado callada, mirando fijamente a su hijo.

—¿Y tú hermano?— preguntó la mujer, dejando escuchar su voz, dulce, pero demandante.

—Muerto— aseguró el argentino a sabiendas de que le preguntaba a él, y no le extrañaba que preguntara aquello, después de todo, era normal pensar que el hermano mayor de Argentina heredará lo que su madre luchó en conservar y expandir, y suponía que le daba curiosidad la razón por la que no estaba allí.

—Ok, hola Confederación— habló ONU tratando de llamar su atención, lo que logró, ya que Confederación, con gesto desgarbado, y clara indiferencia en su mirada posaba sus ojos en la organización internacional.

—Disculpe mis modales señor...pero ¿Quién putas es?— pregunto la mujer, sin siquiera dudarlo, sin bajar la mirada o mostrar vergüenza, era determinada, segura, y alguien bastante demandante.

Algunos países rieron por la osadía de la mujer, divertidos con sus palabras tan crudas e indiferentes, hacía mucho que alguien no le hablaba así a la ONU.

—Me llamo ONU, o Organización de la naciones...

Confederación emitió un sonido de completa indiferencia volcando su atención de nuevo en su hijo, haciendo que los países rían de nuevo, aquellas risas se le eran completamente indiferentes, cómo casi todos en esta sala.

—¿Y La banda oriental?— pregunto la mujer con el ceño fruncido.

—Orgullosamente independiente— contestó Argentina con una sonrisa, viendo como los ojos de su madre barrían toda la sala en busca del pequeño país.

—¿Y el Imperio Brasil?— volvió a preguntar cuando ubicó al país, volviendo su vista a su hijo.

—Muerto, o eso creo— susurró con leve duda Argentina, para proceder a señalar al actual Brasil— ese es su hijo.

Confederación siguió la dirección que su hijo le proporcionó y vio a Brasil, con interés, leve curiosidad, pero aún manteniendo ese gesto indiferente ante el resto, completamente neutral.

—Se parece a él— susurró más para sí misma que para el resto, pero algo que todos pudieron oír con claridad, se escuchaba melancólica, triste o decaída de repente— ¿Y ese franchute de cuarta? Por favor dime que ya murió.

—Ah, mierda— puteo su hijo desconcertando a la Confederación.

—Ma rose, tu ne sais pas comment je suis content de te voir {Mi rosa, no sabes cómo me alegra verte}— hablo Francia, atrayendo la atención de la Confederación, que se posó en aquel país, que miraba desde la distancia con una sonrisa.

"No cambio demasiado" pensó la mujer mientras que lo analizaba con cuidado, pero finalmente puso un gesto de desagrado total, escupiendo en el piso sin despegar sus ojos asesinos de la figura esbelta del francés.

Para nadie que haya hecho su tarea le era un misterio la razón de su claro aborrecimiento hacia el ente amante del romance.

—Sigues vivo, al parecer la peste negra no era tan letal después de todo— murmuró de forma desganada Confederación, burlándose del francés.

—Por votre infomation, je suis un pays très propre {Para tu información, ahora soy un país muy limpio}— replicó el francés con molestia ante las burlas de la mujer, haciendo que está sonría con sorna.

—No creo haberte preguntado, pero gracias por contarme lo, lo agregaré a las miles de declaraciones que no me interesan en lo más mínimo— lo atacó de nuevo, sin perder ese gesto burlón de su rostro bello, pués sí, era una mujer muy hermosa, que dejaba a cualquiera sin habla si se lo proponía, no aparentaba más de 20 años, Argentina sabía la razón de ello, su madre era y siempre será un soldado, por lo tanto, a ella nunca le pasarán los años, porque siempre blandira una espada, sea el tiempo que sea.

Memory de amour |FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora