Quatre

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—Así que...— comenzó Argentina, sin saber bien cómo abordar el tema que quería tocar con su madre.

—¿Qué?— pregunto esta de manera tosca mientras que seguía cocinando sin siquiera voltear a ver a su hijo, que estaba apoyando en la barra detrás de ella.

—¿España y vos...? Eso— dijo de forma incómoda el argentino, no sabía cómo decirlo o si convenía decirlo.

—No te voy a hacer una lista de todos los países con los que he estado, hijo— aseguro la mujer agarrando un reparador que estaba ahí secándose las manos— sólo diré que con España nos llevamos bien a pesar de todo.

—¿Y Francia? ¿También te llevas bien con él?

—Francia puede irse al carajo— aseguró la mujer mientras que fruncía sus labios y sus cejas.

—¿Por qué lo odias tanto?

—¿Y por qué te interesa tanto? Come, antes que decida agregar deditos patriotas a la sopa— amenazó la mujer señalándolo con el cuchillo.

—Ay vieja, como te dijo España, baja la espada.

Confederación no respondió, no lo creyó necesario, ya que después de todo, ni siquiera ella sabía qué contestar ante ese comentario.

La puerta fue tocada, haciendo que ambos argentinos se extrañaran.

—¿Esperabas a alguien?— pregunto Confederación mientras que se sentaba en la mesa, dando una clara señal de que no iría a atender la puerta.

—No— aseguró el argentino mientras que se ponía de pie y se dirigía a la puerta.

Cuando la abrió, no se esforzó en demostrar su sorpresa al ver al francés parado en la entrada, quien le sonrió de forma amable.

—Argentina, Je suis content de te revoir {me alegra verte de nuevo}— hablo el francés con tono amable.

Su presencia no pasó desapercibida por la mujer que torció el gesto al escuchar ese acento, cuanto odiaba escucharlo.

—Eh, si, lo mismo ¿qué haces por acá?— pregunto Argentina mientras que lo dejaba pasar al interior de la casa, haciendo que el francés perciba el olor a comida.

—Oh, Excusez-moi, je ne voulais pas interrompre votre déjeuner {Disculpen, no quise interrumpir su almuerzo}.

—Tarde— murmuró Confederación mientras que rodaba los ojos al cielo, pero el francés no podía verla ni oírla, la cocina estaba apartada de la sala, donde había conducido su hijo al país.

—No importa ¿Te quedas a comer?

"Comerá ratas porque no pienso cocinarle" pensó de mal humor la mujer cruzada de brazos, considerando huir por la ventana que daba al patio de la casa, así se evitaría salir a saludar.

—No, gracias, tengo algo de prisa, sólo vine a hablar de algo contigo, si no es molestia.

—Para nada— escuchó como sus pasos se alejaban de donde estaba ella, haciendo que se sintiera más aliviada.

—¿Donde está Confederación?— pregunto el francés ya a la distancia.

—¡Ah! Mi vieja, ella, ehh...

"No estoy"

—Ella no está, se fue con una de mis provincias a su territorio para que se ponga al día con la familia.

"Gracias"
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—Y bueno, contame ¿Qué te trae por acá?— pregunto el argentino mientras que se sentaba en frente del francés en su despacho.

Memory de amour |FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora