Capítulo uno

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La joven campesina avanzó entre los muros de aquel palacio con un evidente temor. La habían ido a buscar mientras alimentaba a su hija menor: ni siquiera había podido pasarle a la bebé a su hija mayor con las prisas de aquellos... "hombres" de llevarla al Palacio del Oeste. Su madre, antigua cortesana, muchas veces era enviada a aquel lugar para adivinar la suerte de la señora Irasue, pero jamás pensó que ella correría con el mismo destino.

Ella sabía lo mucho que odiaba su marido el arte de la adivinación, pero le habían dicho que iban a pagarle bien si accedía y dinero, era precisamente lo que necesitaba. Apenas tenían sustento y con el nacimiento de la niña menor, los gastos se habían incrementado considerablemente. Necesitaba comprar arroz para el invierno y asegurarse un poco de estabilidad, además, sabía que, por su edad, era posible un nuevo embarazo y en caso de que sucediera, quería que su familia se viese bien provicionada. Sin lugar a dudas, la llegada de la niña menor, fue fuente de mucha alegría, pero también de preocupación.

A medida que avanzaba por los rincones del palacio pudo notar que todos los demonios la miraban de forma despectiva. Por un momento, temió no salir viva de aquel lugar y se dijo que había sido una mala idea aceptar la oferta de Irasue... poco después se calmó: su propia madre también acudía al Palacio del Oeste cada cierto tiempo y siempre regresaba sana y salva con las historias que parecían sacadas de un cuento y que, en realidad, eran los rumores que corrían en aquel lugar.

-¿Tú eres Hana?- la reina de aquel lugar era imponente, de una belleza increíble que se explicaba, lógicamente, por el hecho de que ella no era humana.

-Sí, señora.

-Tu madre solía venir a leerme la buena fortuna- murmuró Irasue mirándola de forma despectiva-, espero que seas tan buena como ella...

-Lo soy- respondió orgullosa la campesina-, ya verá que mis lecturas son siempre certeras... Mi madre me enseñó todo lo que sabía y usted sabe que ella era la mejor.

-Acércate- la joven hizo caso, meciendo despacio a la niña que cargaba en sus brazos y sonriendo ante la posibilidad de ganar dinero-...¿Qué es lo que tienes en los brazos?

-Es mi niña menor- la joven Hana le mostró el bebé a su interlocutora, quien la miró sin ningún tipo de emoción en el rostro-, se llama Rin... tal vez... ¿quiera tomarla?... Es una niña muy mona, es muy curiosa y es toda sonrisas con todo el mundo, ¡estoy segura que le va a encantar!

-¡¿Acaso eres tonta?! Si yo tomara a esa...cosa, sería para convertirla en un bocadillo- respondió la demonesa sin inmutarse-. Los humanos son criaturas repugnantes, débiles, insignificantes y si te tolero aquí es porque me eres útil, pero no pienses jamás que somos cercanas... No quiero a esa cría tuya cerca de mí, ¿ves esa puerta?- le indicó una gruesa puerta de madera al costado derecho del salón en que se encontraban- Mi hijo solía usar ese cuarto, pero casi no viene... puedes dejar a tu hija ahí mientras haces tu trabajo... De todas formas, vamos a desinfectar todo el palacio cuando se vayan, no quiero el asqueroso olor de una humana en las cosas de mi hijo.

Hana miró aquella puerta y a su pequeña niña con desconfianza. Algo en la sonrisa de Irasue le hacía creer que su hijo, precisamente, se encontraba en el palacio en aquellos momentos. Sentía que el haber acudido a aquel lugar con su niña había sido un error y solo esperaba que su necesidad no se viera pagada con la vida de la pequeña Rin.

A medida que Hana avanzaba hacia aquella habitación, sentía como si estuviese caminando directamente a la boca del lobo y en cuanto la puerta se abrió, no pudo evitar suspirar, aliviada, al encontrar que la habitación estaba completamente vacía.

Secretos del destino Donde viven las historias. Descúbrelo ahora