Capítulo veinte

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Sesshomaru avanzó por el bosque, iluminado por la luz del amanecer, siguiendo el rastro de Jaken para idear una forma de rescatar a Rin. Poco le importaba lo que el diablillo estaba haciendo con Inuyasha ni si iba a enfrentarse a su grupo, solo le preocupaba la suerte de Rin: desconocía si la joven seguía viva, aunque una parte de su corazón le decía que ella estaba bien, pero definitivamente no quería seguir perdiendo el tiempo.

-¡Amo Sesshomaru!- Jaken dio un paso en su dirección antes de comenzar a buscar en su espalda- ¿Rin no está con usted? ¿No vio quién se la llevó? ¡Quizás la doñita hizo algo para llevársela!- luego miró a Kagome para darle una explicación- Rin tiene una relación laboral compleja...

-No. No está en el Oeste.

-¿Entonces quién se la llevó? ¡Quizás algún demonio quiere comerla! Aunque Rin no puede ser muy nutritiva: esa chica es casi solo piel y huesos ¡Tenemos que evitar que se la coman, amo bonito!

-Se la llevó Kirinmaru, el Señor del Este.

-¿Por qué?- preguntó Kagome poniéndose de pie junto a Jaken- ¿Quién es él? ¿Para qué quiere ese tipo a alguien como Rin?

-Me dio una espada a cambio de ella.

-¡Cambiaste a Rin por una espada!- gritó Kagome tomando su arco de forma instintiva- ¡¿Cómo pudiste hacer algo así?! ¡Rin te adoraba! ¡Si ibas a hacerle eso, debiste dejarla con nosotros! ¡Eres un desgraciado, Sesshomaru!

Jaken miró a su amo con los ojos llenos de lágrimas. Él sabía que Rin no era más que alguien que estaba al servicio del amo Sesshomaru, pero no se esperaba que su amo, se deshiciera de la joven. De hecho, llevaban varios días en camino hacia las montañas para buscar el espejo que liberaría a Rin y al verde diablillo le parecía muy raro, que Sesshomaru deshiciera toda la empresa de pronto.

Sintiendo un nudo en su garganta, Jaken buscó entre las pertenencias de la joven, el cuaderno de dibujos que ella había envuelto cuidadosamente en un papel de color celeste.

-Rin quería darle esto- Jaken le entregó a Sesshomaru el cuaderno-, ella... ella estaba... ella quería organizarle una fiesta de cumpleaños y le habría gustado darle esto de regalo... amo Sesshomaru, ¿podremos visitar a Rin en el Este? ¿Usted cree que nos dejarán verla para despedirnos de ella?

No obstante, el demonio no estaba escuchando. Estaba concentrado en el cuaderno de Rin: cada página, en cada imagen de la chica, podía percibirse lo feliz que ella era a su lado y lo increíblemente feliz que él era junto a ella.

Entonces, llegó a la primera página, lugar en el que Rin había escrito una dedicatoria:

Señor Sesshomaru,

¡Feliz cumpleaños!

Espero que su día y su vida esté llena de prosperidad.

En estos dibujos, están los momentos más felices y a quienes más quiero en la vida. Espero que usted nunca deje de quererme y que podamos llenar las hojas que faltan con más bellos recuerdos juntos...

Siempre suya,

Rin.

Sesshomaru contempló un dibujo en el que Rin aparecía sonriendo mientras recogía algunas flores en un valle durante el verano. Acarició con su dedo aquella imagen, recordando el instante en su memoria y llegando a la conclusión de que tenía que recuperarla en cuanto antes.

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