Epílogo.

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¡Hola mis bonitos lectores! Me ganó la ansiedad, oficialmente nunca me había desvivido tanto para acabar un fic, pero sabía que luego no tendría tanto tiempo así que acá estamos, quedó muy largo, lo siento, este es mi fic más extenso aunque tengo con más capítulos. Era mi historia regalona. Muchas gracias a las personas que me apoyaron en esta trama, no puedo expresar lo conmocionada que me siento por el apoyo, nunca me tengo fe, me da mucho amor ver el cariño que esto fue tomando.

Pero si hay una persona a quien debo agradecerle fue a la primera que leyó esta trama, la apoyó y la terminó, MakikoMakiMaki, seguramente ni lo sabía. Yo leía a esta mujer cuando ni siquiera tenía cuenta, amo cada una de sus tramas, no solo me recuerda lo mucho que adoro banana fish sino que me inspira de maneras inimaginables. Esta autora es oro, simplemente, la admiro mucho. La sigo hasta el infinito y más allá. Casi me da un infarto cuando la vi en mi fic todo deforme, aún, no tengo manera de agradecerle por tanto, solo gracias, de verdad, independiente del rumbo que tome este epílogo, gracias. Espero que nunca deje de escribir y que siempre lo disfrute. 

Ahora sí, espero que les guste. 

¡Muchas gracias por leer!

¡Muchas gracias por leer!

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—Sabía que estarías aquí. —Eiji sonrió, haciéndose pequeño dentro de ese roñoso suéter de lana, era su favorito, aunque el estampado se encontrase desteñido de alguna manera conservaba el aroma de él, o tal vez eso le gustaba creer—. Te vas a congelar acá afuera. —Jennifer le acomodó una manta encima de los hombros, que fuese tan maternal era una calada de dulzura mientras lloraban las tormentas.

—Gracias. —Apenas pudo mantener la mirada, el fulgor del lago era arrebatador cuando las estrellas se extraviaban, la Navidad estaba a la vuelta de la esquina, estas fechas siempre eran difíciles de recordar. Ella se apoyó a su lado, el cántico de los árboles se perdió junto al trinar de las aves. Él se acarició la muñeca, la cicatriz era nauseabunda.

—¿Crees que a Griffin le hubiese gustado? —Aunque las cenizas del aludido se hallaban esparcidas alrededor de Cape Cod, esta sepultura era memorial—. No lo alcancé a conocer bien. —Hacía mucho frío cerca del muelle.

—Yo tampoco. —Sus yemas repasaron su impresión pérdida, sin importar las cremas que usase jamás se recuperó—. Pero creo que le gustaría estar junto a su hermano menor. —Sus hombros se hundieron dentro del polar, su atención pendió hacia esas improvisadas sepulturas.

—Supongo que tienes razón. —La tráquea se le cerró, la mañana estaba pálida, el viento tenía un dulzor agradable, él se acomodó el cabello detrás de las orejas, habían pasado años desde que se lo dejó crecer—. Eiji... —¿Cuántos? Ocho, probablemente. Nunca puso una consulta psicológica como se lo prometió, el destino era una baraja blanca.

—¿Sí?

—¿Hoy vas a visitar a tus amigos? —Un ligero asentimiento fue su respuesta, él se aferró a la manta, buscando consuelo en aquella calidez artificial, sus zapatos se hallaban embarrados, los girasoles encima de las tumbas estaban despertando. Esa era la belleza del amanecer, coloreaba vitalidad donde quebraban las tinieblas.

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