Capítulo 8.

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¡Hola mis bonitos lectores!

¿Actualizando a una hora humana? Conseguí trabajo en la noche por esta semana, así que sí, la maravillosa miseria estudiantil.

Bueno, espero que el capítulo sea de su agrado, y muchas gracias a quienes se toman el tiempo para leer.

Bueno, espero que el capítulo sea de su agrado, y muchas gracias a quienes se toman el tiempo para leer

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Los recuerdos eran camas deshechas hundidas en el arrepentimiento.

La voz de Max fue la electricidad que caló entre sus pensamientos para hacerlos reaccionar, la compulsión entre sus manos y su celular se volvió molesta, sus piernas lo arrastraron hacia el fondo de la moral, él alzó la cabeza, vislumbrando buques de ilusiones y sueños en el ojo de la tormenta, él se iría y aquella flota perecería, él lo sabía, sin embargo, la amenaza de su jefe lo hizo reactivarse. Cosas extrañas estaban ocurriendo en Nueva York, él lo había visto en las noticias y lo había escuchado en el parloteo de la pandilla. Cosas extrañas estaban sucediendo con él. No las necesitaba.

La presión entre sus cejas y sus yemas fue bruta y áspera, su pecho se transformó en un candado congelado. El único hueso que pudo proteger su corazón fue su cabeza, porque aunque él se negaba a abandonar a Eiji en semejante lío, su vida llevaba demasiado tiempo en pausa y la debía reanudar. Él no quería un alma gemela, él no esperaría a su presunta fragilidad, por el momento él solo anhelaba volver a trabajar. Y acá estaban ahora, frente a frente, con decenas de palabras que fueron silencios, con disculpas que el orgullo destruyó como barcos de papel, con una amistad que se perdió en el bosque de las mentiras y ya no supo regresar. Ambos quisieron llorar pero se contuvieron. Lealtad absoluta y obediencia ciega ¿No? A Shorter le aterraba la idea de que ese delincuente tomase la vida de su mejor amigo para desecharla como si fuese una colilla de cigarrillo.

—Entonces... —Aunque el moreno era la clase de persona que siempre sabía qué decir para cortar la tensión el encanto se le esfumó y la música se le detuvo—. Esto es todo. —Él no llevaba equipaje, sin embargo, sentía que el mundo se le había clavado en la espalda.

—Supongo que lo es. —Sus manos fueron nudos sobre su vientre, su estómago se revolvió en una ácida coacción, ¿cuándo se había vuelto tan apegado a Shorter?—. Trata de mantener el departamento ordenado. —El más bajo ya no recordaba un día sin él, él se había convertido en su familia en Nueva York. Era gracioso como los seres humanos iban recogiendo pedazos para profesarse completos, era tan hilarante que lo deprimió.

—Supongo que las camisas ya no se levantaran solas del piso. —No hubo gracia en esa risa compartida—. El café tampoco se rellenara por arte de magia ¿no? —La sonrisa del japonés fue tiritona y amarga, él negó, el aire tuvo sabor a despedidas y los ojos fueron del color del dolor.

—No enfades a Max a propósito. —Aquel metro que los estaba separando fue todo un Kilimanjaro—. Le preocupa más de lo que parece estarse quedando sin cabello. —El más alto se acarició la nunca, la aflicción fue un turbio veneno corriendo por su sangre. Esto era una tragedia anunciada.

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