20 de diciembre.

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¡Hola mis bonitos lectores! Nunca me había esforzado/presionado/estresado tanto por un final, no solo quedo más largo que mis OS, sino que realmente me tomó una montonera de días sacarlo, estaba muy ansiosa con este fic, me ha acompañado por un año, es diferente por ejemplo cuando les saco esas dinamicas de hacer un fic en siete días a esto, porque le tengo un cariño gigantesco a esta trama, me permitió conocer más a mucha gente maravillosa y no sé, me gusta el universo en el que estan, así que fue horrenda la presión, me hice bolita muchas veces, pero acá esta, me siento muy satisfecha con el resultado, estoy muy cansada e ire a morir luego de publicar esto. Gracias por todo el apoyo, ni siquiera puedo expresar de manera coherente lo mucho que significo.

¡Espero que les guste! 

El amanecer vendió su esplendor para poder encajar con la libertad

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El amanecer vendió su esplendor para poder encajar con la libertad.

—¿En qué estás pensando? —Sus mejillas enrojecieron contra la almohada, el tenue bamboleo del verano le revolvió los cabellos, sus piernas se entrelazaron bajo esa roñosa frazada, sus caricias fueron un delirio mortífero. Eran dos hombres adultos en una cama ridículamente pequeña, uno frente al otro.

—Me acabo de dar cuenta de que tus pestañas también son rubias. —Una risita socarrona quebró la realidad antes de que lo atrajese, aunque aborrecía el contacto físico todo era diferente con este terco japonés, él era su refugio de papel cuando rompían las tormentas.

—Ahí abajo también, ¿quieres ver?

—Ya sé que lo son. —Ver al imponente lince de Nueva York ruborizarse hasta las orejas mientras esbozaba un puchero era su goce pecaminoso. ¿Cómo podía ser tan lindo? El asesino despiadado y el niño perdido, él los amaba a ambos.

—No eres para nada divertido, onii-chan. —Para Ash fue imposible no quedar embelesado por tan melifluo mohín, porque maldición, Eiji Okumura era la parte más hermosa de su alma, incluso antes de conocerlo lo sabía—. Yo... —Donde quiera que el destino lo arrastrase él lo seguiría—. La universidad de Tokio tiene un buen programa de medicina. —Su conexión era inquebrantable.

—¿Es así? —Sus narices se rozaron encima de la almohada—. No lo sabía. —Su aliento le hormigueó en el mentón, él tragó, ansioso.

—Lo leí por casualidad. —Antes de que se pudiese ahogar—. Solo...

—Qué coincidencia, justo estaba pensando en poner mi consulta psicológica en Tokio. —Él lo rescató—. Es un buen lugar para iniciar. —Sus dedos se entrelazaron en el aire, sus latidos fueron una melodía errática bajo esos grandes ojos cafés. No era justo, si lo vislumbraba con semejante ternura él creería que era merecedor de un buen final. Su atención pendió hacia su muñeca, agradecía infinitamente que Yut-Lung Lee fuese tan diestro con el maquillaje.

—A Buddy le gustará. —Los nervios se perdieron en esa torpe risa—. Necesitaremos un apartamento cerca de un parque para sacarlo a pasear.

—Y de una escuela de adiestramiento por si se porta mal. —Él elevó una ceja, divertido.

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