Capítulo 19.

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¡Hola mis bonitos lectores! Sabía que me demoraría en sacar la siguiente actualización pero no tanto, oh bueno, me demoré mucho en este capítulo, estaba con mil de ansiedad porque es de los que más me gustan y quede feliz con el resultado, esta hecho con mucho amor y noches de insomnio.

¡Espero que les guste!

¿Cómo brillar si lo habían ensuciado?

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¿Cómo brillar si lo habían ensuciado?

—¡Eres insoportable! —El filo de ese grito le cortó la tráquea—. ¿Solo te vas a quedar ahí tirado? ¿De verdad? —Yut-Lung Lee odiaba la terquedad de este hombre. Era patético, ¡sí!, lamentarse en un rincón no cambiaría la situación.

—Yut... —No fue necesario prender la luz del cuarto para vislumbrar la miseria humana, el imponente lince de Nueva York no era más que un estropajo usado, el nombrado retrocedió cuando contempló el rostro de la verdad—. ¿Crees que Griffin se sentiría orgulloso de esto?

—Ash... —Una violenta tempestad había ensuciado a esos jades, las ojeras eran de una palidez macabra, su mirada estaba tan vacía como la de una muñeca, el dorado de esos cabellos se había marchito. Hasta la belleza más etérea tenía fecha de caducidad.

—Él quería que encontrase una, ¿lo recuerdas? —Ningún paraguas fue lo suficientemente grande para protegerlos de esa tormenta, estaban empapados.

—No hagas esto. —Pero él ya no respondió, que esbozase una sonrisa tiritona lo rompió, él retrocedió, horrorizado.

—¿No es divertido tener un alma gemela? —El dolor en su carcajada le envenenó la voluntad—. Siempre me pregunté cómo sería tener una. —El nombre en esa delgada muñeca era una enfermiza pesadilla.

—Deberías ir a hablar con Eiji. —El ovillo se hizo aún más pequeño tras escuchar ese nombre. No era digno ni de mirarlo. ¿Cómo se supone que hablaría con él? Él se tocó el pecho, sabiendo que su corazón se estaba desangrando, él lo trató de contener pero el rojo se tiñó a negro.

—No puedo. —Y de repente él era asqueroso—. No quiero que él me vea así. —¡Oh! Pero ya lo había hecho—. Yo... —La realidad aplastó al niño perdido, él sabía que las personas no se morían de amor, no obstante, estaba famélico por esos bonitos ojos cafés.

—Ni siquiera le agradeciste por el rescate. —¿Con qué derecho? Otra vez era propiedad pública. No le importaba que las escorias hiciesen lo que quisiesen con él porque nunca podrían dominarlo, él juraba que su mente y su espíritu eran solo suyos, pero ahora...

—¿Cómo te sentirías si estuvieses unido a tus hermanos por el alma? —Estaba ahogado en mierda.

—Yo... —La sangre se le heló.

—Exacto. —El azabache trató de encontrar las palabras correctas para consolarlo, no obstante, no existía consuelo suficiente para los caídos, él se dio vueltas, sabiendo que no bajaría de ese autoimpuesto Kilimanjaro.

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