El distante ahora

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El denso follaje del bosque escondía a cierto rubio que caminaba sin un patrón rítmico al cual apegarse. Kurapika se sostenía de los árboles que rodeaban la senda en la que caminaba, adentrándose cada vez en esa jungla que una vez un centro turístico.

Era curioso cómo pasaba el tiempo, parecía que había sido hace mucho tiempo que ese lugar estaba lleno de vida y visitantes, realmente apenas y había pasado una semana desde que estuvo ahí. Igual de distante se sentía la última vez que vio a los chicos, aunque solo había sido por un poco más de dos semanas; tenía más de dos meses de no ver a Leorio, pero sentía que esto había sido hace una eternidad.

A cada paso que daba se sentía más cerca de caer muerto, sus pulmones quemaban y la fiebre no había bajado mucho desde su última dosis de paracetamol. Había tratado de ignorar el dolor punzante en su cintura y espalda baja, indicadores de una infección urinaria; así como se esforzaba por ignorar sus síntomas, ignoró todas las llamadas que Cheadle y el resto de zodiacos le hicieron, llenando de nuevo su buzón de voz.

Después de hablar con Hisoka, fue directo al aeropuerto y tomó el primer vuelo hacia ese país en el que llegó a odiar al transporte público. Le pareció extraño que La Asociación no lo estuviera buscando, pero le dio paz, eso significaba que le creían y que también se encontraban buscándolo.

Eso significaba que no todo dependía de él, y por primera vez en su vida, se sentía agradecido por ello.

El rubio se detuvo de un árbol y dejó de caminar, tratando de recuperar el aliento, el sueño en sus ojos cada vez pesaba más, y las lágrimas que brotaban de sus ojos por la gripe le nublaban la vista.

Creyó que podría descansar un poco en el vuelo, pero se sentía más cansado que cuando llegó al aeropuerto, y es que durmió la mitad del camino. Al bajar del avión, Kurapika tuvo que subirse de nuevo a uno de esos horribles microbuses y soportar durante todo el camino las luces neón y la música a todo volumen. Para su suerte, el tráfico estaba libre y no tuvo que esperar más de dos horas para llegar cerca del spa en dónde conoció a Rally.

Eliú le mencionó que la guarida del Ojo del Huracán estaba en las narices de la joven masajista, y el hombre al teléfono le dijo que la entrada estaba tras la cortina de agua. Kurapika dedujo que se trataba de las cataratas que se encontraban en el área y se adentró en la jungla.

Y ahí estaba, tratando de hacer que el aire circulara por sus pulmones para seguir su camino. Le quedarían dos o tres horas antes de llegar al plazo que le habían dado y no se sentía capaz de dar un paso más.

"Todo es por Leorio"

—Sí, todo esto es por Leorio y los chicos —dijo en voz alta, reafirmando su voluntad. Tomó aire y continuó su camino.

Entre más adentro de la jungla se encontraba, más difícil se volvía el camino, lleno de ramas sobresalientes y enjambres de mosquitos, además de las raíces demasiado grandes y sobresalientes de los árboles y la tierra floja y resbaladiza; no era de sorprenderse que se hubiera caído más de una vez, sus piernas apenas y podían moverse sin temblar.

Pronto, el sonido del agua fluyendo llegó a sus oídos, presionando a Kurapika para que llegara al lugar. El rubio quiso correr, pero después de unos pasos, sus piernas comenzaron a flaquear. Terminó cayendo cuesta abajo al tropezar con la raíz de un árbol, rodando todo el camino.

Casi entró en pánico al sentir que se sumergía en el agua fría, abrió los ojos de golpe y buscó la luz para nadar hacia ella. Al llegar a la superficie, soltó todo el aire de golpe y comenzó a toser fuertemente, el agua hacía presión en sus lisiados pulmones y le helaba hasta los huesos, al menos podría quitarse un poco de lodo de encima.

La ganancia del perdedor [Leopika]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora