Inicio de la tragedia

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El canto de las aves resonaban en la pequeña habitación color crema, el sol pasaba a través de las delgadas cortinas que adornaban la habitación, encontrándose directamente con la aterciopelada piel del joven durmiente en la pequeña cama individual.

Kurapika abrió los ojos lentamente, adaptándose a la luz del alba, por sugerencia de sus amigos había quitado las gruesas cortinas negras y así dejar a más luz entrar en el lugar.

El rubio soltó un pequeño suspiro y tomó el teléfono de su mesa de noche, eran las 10:07 a.m.

Se restregó los ojos y bostezó con pereza, se empezaba a hacer costumbre no dejar alarma para dormir todo lo que su cuerpo necesitara. La mañana era tranquila y el ambiente apacible, tanto así que el joven consideró quedarse en su cama más tiempo.

El muchacho cerró los ojos un poco más, cuando una imagen de una pequeña bola de pelos con cuatro patas llegó a su mente. Viendo frustrada su intención de seguir durmiendo, Kurapika abrió los ojos de nuevo y se levantó de su lecho, se puso las zapatillas que estaban al pie de la cama y caminó directo al baño.

"¿Qué estaría haciendo ahora si hubiera ido a la misión?" Se preguntó el rubio. Hace un par de semanas había sido convocado por la Asociación junto a Leorio para cumplir con una tarea, pero se encontraba realizando uno de los rituales tradicionales de su tribu y realmente no podía aplazarlo o dejarlo a la mitad.

Hace un par de meses habían conseguido regresar del Continente Oscuro y Kurapika había juntado todos los ojos restantes de su clan, así que lo más pronto que pudo, viajó a Lukso para poder darle un entierro digno a los restos de su gente. Por supuesto, siempre estuvo en compañía de sus amigos. Leorio, Gon y Killua estuvieron todo el tiempo con él, hasta que tuvieron que regresar a sus vidas normales. Killua dijo que no podía quedarse más de un día con ellos, así que solo estuvo durante el entierro y se marchó. Gon permaneció con él y Leorio durante una semana, pero estaba llegando a la temporada de parciales en la escuela y no podía estar mucho tiempo fuera, al parecer tía Mito lo había hecho estudiar desde que regresó después del incidente con las hormigas quimera.

Eso los dejó solos a él y Leorio en el lugar, permanecieron alrededor de una semana más y volvieron a la ciudad. No se sentía para nada incómodo a su lado, habían compartido tanto tiempo juntos en el viaje, que lo extraño era estar lejos de Leorio. Kurapika no entendía qué era lo que causaba que el estar cerca de Leorio le diera tanta paz y seguridad, pero realmente lo agradecía y le gustaba un poco… O más de lo que realmente admitía, pero así era tener un amigo de verdad, ¿no? Era algo que tal vez había olvidado con el tiempo, desde Pairo y lo ocurrido con su tribu, Leorio se había convertido en su amigo más cercano al momento, y es que pasaron cinco largos años antes de que pudiera tener una relación humana de verdad. Ese tipo torpe y gritón era su mejor amigo.

Kurapika sonrió inconscientemente mientras cepillaba los dientes, después escupió el contenido de su boca en el lavabo. Si terminar con su limpieza dental, fue directo a la ducha, estando a principios de marzo se sentía muy bien el agua fría.

Al salir de la regadera, Kurapika se dio un pequeño vistazo en el espejo, observando que su acentuada clavícula empezaba a dejar de estar tan expuesta, igual que sus pómulos. Durante el último ritual que había realizado para su familia había dejado de comer, pasó muchos días en ayuno decidiendo dejarse morir o no. Finalmente decidió que un fresco inicio era lo mejor que podía hacer por su familia, ¿Qué sentido tenía perdonar a todos los asesinos restantes de su clan si no pensaba continuar viviendo?

Era difícil, realmente duro y por momentos, extenuante. La carga que sentía al principio, las miradas que creyó tener sobre él de parte de su clan y el dedo acusatorio de su conciencia formaban parte de una vivencia muy desagradable que no le deseaba a nadie. Perdonar algo de tal magnitud era una tarea colosal, se trataba del asesinato de su aldea, sus padres, su mejor amigo, su infancia y aspiraciones, sus ganas de vivir. Eso y mucho más fue lo que la Tropa Fantasma le arrebató a los doce años, forzándolo encontrar un nuevo enfoque, un nuevo sueño para su vida.

La ganancia del perdedor [Leopika]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora