1.- El instituto

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1.
El instituto:
La selva del Amazona


El sonido de la alarma inundó mi habitación obligándome a levantar como toda una ninja, con dos giros acrobáticos que resultaron ser una caída mortal de culo al suelo, haciendo un estruendoso sonido por el impacto y una dolorosa lección en una nalga. Me levanté del frío suelo, adolorida, con una mano escabullendose entre la tela del short que llevaba puesto, acariciando suavemente la zona lastimada. Me dirigí hacia el despertador bordeando mi cama y al fin darme cuenta de una cosa. Bueno, en realidad de dos: Podía haber apagado la alarma directamente sin moverme de la cama, y que sólo me quedaban diez minutos para llegar al insti a la hora del recreo.

¡A la hora del recreo!

Mis pies descalzos tropezaron entre ellos de una forma que casi me caigo al suelo. Tuve que apoyar mis manos sobre la mesa de noche para no partirme la cara. Mi corazón casi se me sale por la boca y las frías baldosas hacían  contacto con la yema de mis pies enviando corrientes eléctricas por todo mi cuerpo.

Por un momento me despisté, el reciente suceso había hecho su trabajo, pero no duró mucho cuando el ritmo pegadizo del despertador, que aún no tenía pensado apagar, consiguió envolverme. Me quedé en blanco por un segundo. Bueno, puede que varios. Un cable debió reconectarse en mi cerebro ya que  por obra de arte volví en sí y la histeria se apoderó de mí haciéndome recorrer en círculos mi pequeña habitación en un momento donde ya podía estar bañandome o algo.

¿Despistada, yo?

Claro que no.

Yo era del nivel supremo.

Involuntariamente subí mi brazo derecho y pasé mi nariz por debajo, en la axila, percibiendo un olor mañanero peor al que esperaba.

¿Llegar al instituto sin bañar?

Descartado.

***

Mamá no me había despertado, estaba llegando tarde a clases el primer día y los profes amargados que me habían tocado aguantar me restarían los futuros que apenas había ganado si no aparecía antes del final de las clases.

¿Cómo debía de estar?

Con prisas.

Mi desayuno fue rápido. Una manzana y listo.

Nunca me ha gustado comer en la mañana, durante el resto del día ya es otra historia.

No paraba de moverme de un lugar a otro aun comiendo la manzana. Mi
mochila descansaba sobre la mesa de la cocina mientras yo subía y bajaba las escaleras hacía mi habitación, en busca de los materiales que me tocarían según el horario. Cerré la cremallera de mi mochila y como si de Iron Man se tratara deslicé las finas tiras de mi mochila negra entre mis manos hasta que ésta estuviera cómoda en mi espalda.

A través de mi diario [En Proceso 💕]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora