III

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Cuando llego a casa Flis se pone loca de contenta.

—Pero ¿qué hacía en la universidad?

—Negocios.

—Me parece demasiada casualidad...

—¿Cómo sabría él que justo hoy iba a ir a la universidad?

—Gia, está claro que se metió en tu mente. — Me mira y nos largamos a reír.

—Has leído muchas novelas de fantasía Flis... ¿quieres esas fotos?

—Pues claro. El problema es quién va a hacerlas y dónde.

—Podríamos preguntarle a él dónde.

—¿Puedes contactar con él?

—Tengo su número.

Flis pega un grito.

—¿El soltero más rico, más escurridizo y más enigmático de todo el ministerio te ha dado su número?

—Bueno... sí.

—¡Gia! Le gustas. No tengo la menor duda —afirma categóricamente.

Se me eriza el vello solo de pensar que quizá, solo quizá, podría gustarle. Después de todo, es cierto que me ha dicho que se alegraba de que Flis no le hubiera hecho la entrevista. 

—No sé cómo podremos hacer la sesión. Nuestro fotógrafo habitual, no puede.

—Mmm... ¿Y Gabe?

—¡Buena idea! Pídeselo tú. Haría cualquier cosa por ti. Luego envías un mensaje a Malfoy y le preguntas dónde quiere que vayamos.

Contacto a Gabe, quien no se escuchaba muy emocionado por hacer la sesión pero, de igual forma aceptó, creo que Flis tenía razón... Haría cualquier cosa por complacerme.

Envío un mensaje de texto a Draco, informando que tenemos fotógrafo, sólo falta indicar lugar y hora.

Transcurrida la tarde llega una respuesta:

Señorita Lacroix. Un placer tener noticias suyas. Estaré en una reunión en el hotel Haymarket en el Londres. ¿Le parece bien a las nueve y media de la mañana?. Yo creo que es una hora perfecta.

Aviso a Flis sobre la hora. Esa noche estoy intranquila, no paro de moverme y de dar vueltas en la cama. Sueño con ojos grises, dedos largos y lugares muy oscuros e inexplorados. Me despierto dos veces con el corazón latiéndome a toda velocidad. Si no pego ojo, mañana voy a tener una pinta estupenda, me regaño a mí misma. Doy un golpe sobre la almohada e intento calmarme.

Tenemos media hora para prepararlo todo. Flis va de un lado a otro.

—Gabe, creo que lo colocaremos delante de esta pared. ¿Estás de acuerdo? —No espera a que le responda—. Gia, ¿puedes pedir que nos traigan unos refrescos? Y que le avisen a Malfoy que estamos aquí.

Pongo los ojos en blanco, pero hago lo que me pide. Cuando está nerviosa suele ser mandona.

Media hora después Draco Malfoy entra en nuestra suite.

¡Madre mía! Lleva una chaqueta de cuero negra, una camiseta blanca y unos pantalones negros que le caen de forma muy seductora sobre las caderas. Al mirarlo se me seca la boca... Está alucinantemente bueno. Entra en la suite acompañado de un hombre de treinta y pico años, con el pelo rapado, un elegante traje negro y corbata, que se queda en silencio en una esquina. Sus ojos castaños nos miran impasibles.

—Señorita Lacroix, volvemos a vernos.

Malfoy me tiende la mano, que estrecho mientras parpadeo rápidamente. Estoy convencida de que todo el mundo puede oír mi respiración irregular.

Nunca he querido más - Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora