IV

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¡Bésame, maldita sea!. Observo fascinada la boca de Draco Malfoy, y él me observa a mí con una mirada velada, con ojos cada vez más impenetrables. Respira más deprisa de lo normal, y yo he dejado de respirar. Estoy entre tus brazos. Bésame, por favor. Cierra los ojos, respira muy hondo y mueve ligeramente la cabeza, como si respondiera a mi silenciosa petición. Cuando vuelve a abrirlos, ha recuperado la determinación, ha tomado una férrea decisión.

—Gia, deberías mantenerte alejada de mí. No soy un hombre para ti —suspira.

Se supone que soy yo la que debería decidirlo. Frunzo el ceño y muevo la cabeza en señal de negación.

—Respira, Gia, respira. Voy a ayudarte a ponerte en pie y a dejarte marchar —me dice en voz baja.

Y me aparta suavemente.

Apoya las manos en mis hombros, a cierta distancia, y observa atentamente mi reacción. Y lo único que puedo pensar es que quería que me besara, que era obvio, pero no lo ha hecho.

—Gracias —musito hundida en la humillación.

¿Cómo he podido malinterpretar hasta tal punto la situación entre nosotros? Tengo que apartarme de él.

—¿Por qué?

Frunce el ceño. No ha retirado las manos de mis hombros.

—Por salvarme —susurro.

—Ese idiota iba contra dirección. Me alegro de haber estado aquí. Me dan escalofríos solo de pensar lo que podría haberte pasado. ¿Quieres venir a sentarte un momento en el hotel?

Me suelta y baja las manos. Estoy frente a él y me siento como una tonta.

Me rodeo con los brazos, me giro hacia la carretera y veo aliviada que en el semáforo ha aparecido el hombrecillo verde. Cruzo rápidamente, consciente de que Malfoy me sigue. Frente al hotel, vuelvo un instante la cara hacia él, pero no puedo mirarlo a los ojos.

—Gracias por el té y por la sesión de fotos —murmuro.

—Gia... Yo...

Se calla. Su tono angustiado me llama la atención, de modo que lo miro involuntariamente. Se pasa la mano por el pelo con mirada desolada. Parece destrozado, frustrado y con expresión alterada. Su prudente control ha desaparecido.

—¿Qué, Draco? —le pregunto bruscamente al ver que no dice nada.

Quiero marcharme.

—Buena suerte en los exámenes —murmura.

¿Es esta su fantástica despedida? ¿Desearme suerte en los exámenes?

—Gracias —le contesto sin disimular el sarcasmo—. Adiós, señor Malfoy

Doy media vuelta y, sin volver a dirigirle la mirada, camino sin un rumbo definido. ¿En qué estaba pensando? No puedo evitar que se me llenen los ojos de lágrimas. ¿Por qué lloro? Gia Lacroix nunca llora por nadie... Expeto por él. Maldia sea Malfoy.

Estoy llorando la pérdida de algo que nunca he tenido. Qué ridículo. Lamentando la pérdida de algo que nunca ha existido... mis esperanzas frustradas, mis sueños frustrados y mis expectativas destrozadas.

Nunca me habían rechazado... Toda mi vida he sido segura de mi. Mi estatura baja me encanta, mi cuerpo tiene un equilibro, no es delgado ni grueso, soy directa en ocasiones, aunque no me gusta hacer sentir mal a los demás, siempre he sido yo la que ha rechazado a cualquier posible admirador.

Respiro hondo varias veces y me levanto. Ánimo, Lacroix. Hago parar un taxi y voy camino a casa.

Flis está sentada en el sillón. La sonrisa con la que me recibe se desvanece en cuanto me ve.

Nunca he querido más - Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora