XVII

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Abro los ojos y me encuentro abrazada por Draco Malfoy. Está profundamente dormido, con la cabeza en mi pecho, el brazo por encima de mí, estrechándome contra su cuerpo, con una pierna echada por encima de las mías. Me asfixia con el calor de su cuerpo, y me pesa. Me tomo un momento para digerir que aún está en mi cama y dormido como un tronco, y que ya hay luz fuera, luz de día. Ha pasado la noche entera conmigo.Tengo el brazo derecho extendido, sin duda en busca de algún sitio fresco y, mientras proceso el hecho de que aún está conmigo, se me ocurre que puedo tocarlo. Está dormido. Tímidamente, levanto la mano y paseo las yemas de los dedos por su espalda. Oigo un gruñido de angustia, y se revuelve. Me acaricia el pecho con la nariz e inspira hondo mientras se despierta. Sus ojos grises, soñolientos y parpadeantes, se topan con los míos por debajo de su pelo alborotado.

—Buenos días —masculla, y frunce el ceño—. Merlín, hasta mientras duermo me siento atraído por ti.

Se mueve despacio, despegando sus extremidades de mí mientras se orienta. Noto su erección contra mi cadera. Me dedica una sonrisa lenta y sensual.

—Mmm, esto promete, pero creo que deberíamos esperar al domingo.

Se inclina hacia delante y me acaricia la oreja con la nariz.Me ruborizo, aunque ya estoy roja como un tomate por su calor corporal.

—Estás ardiendo —susurro.

—Tú tampoco te quedas corta —me susurra él, y se aprieta contra mi cuerpo, sugerente.

No me refería a eso. Se incorpora sobre un codo y me mira, divertido. Se inclina y, para mi sorpresa, me planta un suave beso en los labios.

—¿Has dormido bien? —me pregunta.

Asiento con la cabeza, mirándolo, y me doy cuenta de que he dormido muy bien salvo por la última media hora, en la que tenía demasiado calor.

—Yo también. —Frunce el ceño—. Sí, muy bien. —Arquea la ceja, a la vez sorprendido y confuso—. ¿Qué hora es?

Miro el despertador.

—Son las siete y media.
—Las siete y media... ¡mierda! —Salta de la cama y se pone los vaqueros.

Ahora me toca a mí sonreír divertida mientras me incorporo. Draco Malfoy llega tarde y está nervioso. Esto es algo que no he visto antes. De pronto caigo en la cuenta de que el trasero ya no me duele.

—Eres muy mala influencia para mí. Tengo una reunión. Tengo que irme. Debo estar en la oficina a las ocho. ¿Te estás riendo de mí?
—Sí.

Sonríe.

—Llego tarde. Yo nunca llego tarde. También esto es una novedad, señorita Lacroix.

Se pone la americana, se agacha y me coge la cabeza con ambas manos

—El domingo —dice, y la palabra está preñada de una promesa tácita.

Las entrañas se me expanden y luego se contraen de deliciosa expectación. La sensación es exquisita. Se inclina y me da un beso rápido. Coge sus cosas de la mesita y los zapatos, que no se pone.

—Te veo en mi casa el domingo. Te diré la hora por mensaje.

Y, como un torbellino, desapareció. 

Draco Malfoy ha pasado la noche conmigo, y me siento descansada. Y no ha habido sexo, solo hemos hecho la cucharita. Me dijo que nunca había dormido con nadie, pero ya ha dormido tres veces conmigo. Sonrío y salgo despacio de la cama. Estoy más animada de lo que he estado en las últimas veinticuatro horas o así. Me dirijo a la cocina; necesito una taza de té. 

Después de desayunar, me ducho y me visto rápidamente para mi último día en esta casa. Es el fin de una era: adiós a universidad, a mi casa, a mi viejo coche. Lo observo por un momento y desvío mi mirada hasta la moneda que tengo en la mesita de noche.
 

Nunca he querido más - Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora