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Todo está en silencio, con las luces apagadas. Estoy muy cómoda y calentita en esta cama. Qué bien... Abro los ojos, y por un momento estoy tranquila y serena, disfrutando del entorno, que no conozco. No tengo ni idea de dónde estoy. La habitación es grande y está lujosamente decorada. La he visto antes. ¿Dónde? Mi ofuscado cerebro busca entre sus recuerdos recientes. ¡Maldita sea!. Estoy en la suite de Draco Malfoy ¿Cómo he llegado hasta aquí?.

Poco a poco empiezan a torturarme imágenes fragmentarias de la noche. La borrachera —oh, no, la borrachera—, la llamada —oh, no, la llamada—, la vomitera —oh, no, la vomitera—... Gabe y después Draco. Oh, no. Me muero de vergüenza. No recuerdo cómo he llegado aquí. Llevo puesta una camiseta, el sujetador y las bragas. No llevo el resto de mi ropa. Maldita sea.

Echo un vistazo a la mesita de noche. Hay un vaso de zumo de naranja. Me incorporo y bebo el zumo. La verdad es que no me siento tan mal, seguramente mucho mejor de lo que merezco. 

Oigo unos golpes en la puerta. El corazón me da un brinco y no me sale la voz, pero aun así Draco abre la puerta y entra.

Vaya, ha estado haciendo ejercicio. Lleva unos pantalones de chándal cortos negros que le caen ligeramente sobre las caderas y una camiseta blanca empapada en sudor, como su pelo. Respiro profundamente y cierro los ojos. Me siento como una niña de dos años. Si cierro los ojos, no estoy.

—Buenos días, Gia. ¿Cómo te encuentras?

—Mejor de lo que merezco —murmuro.

Levanto la mirada hacia él. Deja una bolsa grande de una tienda de ropa en una silla y agarra ambos extremos de la toalla que lleva alrededor del cuello. Sus impenetrables ojos grises me miran fijamente. No tengo ni idea de lo que está pensando, como siempre. Sabe esconder lo que piensa y lo que siente.

—¿Cómo he llegado hasta aquí? —le pregunto en voz baja.

Se sienta a un lado de la cama. Está tan cerca de mí que podría tocarlo, podría olerlo. Madre mía... Sudor, gel y Draco. Un cóctel embriagador, mucho mejor que el margarita, y ahora lo sé por experiencia.

—Después de que te desmayaras no sabía cómo llegar a tu casa, así que te traje aquí —me contesta sin inmutarse.

—¿Me metiste tú en la cama?

—Sí —me contesta impasible.

—¿Volví a vomitar? —le pregunto en voz más baja.

—No.

—¿Me quitaste la ropa? —susurro.

—Sí.

Me mira alzando una ceja y me pongo más roja que nunca.

—¿No habremos...?

Lo digo susurrando, con la boca seca de vergüenza, pero no puedo terminar la frase. Me miro las manos.

—Gia, estabas casi en coma. La necrofilia no es lo mío. Me gusta que mis mujeres estén conscientes y sean receptivas —me contesta secamente.

—Oh.

Sus labios esbozan una sonrisa burlona.

—Fue una noche muy divertida. Tardaré en olvidarla.

Yo también... Oh, está riéndose de mí, el muy... Yo no le pedí que viniera a buscarme. No entiendo por qué tengo que acabar sintiéndome la mala de la película.

—No tenías por qué seguirme la pista  —digo bruscamente.

Me mira fijamente, sorprendido y, si no me equivoco, algo ofendido.

Nunca he querido más - Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora