XXII

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Me han hecho la manicura, me han dado un masaje y me he tomado dos copas de champán. La sala VIP tiene muchas ventajas. Con cada sorbo de Moët, me siento un poco más inclinada a perdonar a Draco por su intervención. 

Ya han llamado a mi vuelo. Hay muchísimo sitio en primera. Con un cóctel de champán en la mano, me instalo en el suntuoso asiento de cuero junto a la ventanilla mientras la cabina empieza a llenarse poco a poco. Llamo a mis padre para decirle dónde estoy; una llamada breve, porque es muy tarde.

—Te quiero, papá —susurro.

—Y yo a ti, Gia. Buenas noches, nos vemos en unas horas.

—Buenas noches.- Cuelgo.

Miro mi computadora, la abro y entro al correo electrónico.

Querido señor Malfoy: Me ha dado un masaje en la espalda un joven muy agradable. Verdaderamente agradable. No me habría topado con Jean-Paul en la sala de embarque normal, así que te agradezco de nuevo el detalle.No sé si me van a dejar mandar correos cuando hayamos despegado; además, necesito dormir para estar guapa, porque últimamente no he dormido mucho.Dulces sueños, señor Malfoy... pienso en ti. 

Uf, cómo se va a enfadar... Pulso la tecla de envío y espero, sintiéndome una niña muy mala.

—Señorita Lacroix, tiene que apagar el portátil durante el despegue —me dice amablemente una azafata.Me da un susto de muerte. Mi conciencia culpable me castiga.

—Ah, lo siento.

Mierda. Ahora me va a tocar esperar para saber si me ha contestado. La azafata me da una manta suave y una almohada, mostrándome su dentadura perfecta. Me echo la manta por las rodillas. Es agradable que te mimen de vez en cuando.La primera clase se ha llenado, salvo el asiento de al lado del mío, que sigue sin ocupar. Ay, no. Se me pasa una idea perturbadora por la cabeza. Igual ese sitio  es de Draco. Mierda, no, no será capaz. ¿O sí? Le dije que no quería que viniera conmigo. Miro impaciente el reloj y entonces la voz mecánica del personal de pista anuncia: «Tripulación: armar rampas y cross check».  El avión arranca con una sacudida y yo suspiro de alivio, pero también siento una leve punzada de desilusión: no habrá Draco en cuatro días.  Estaba cerrando la laptop cuando llega un mensaje y no me aguanté a verlo...

Sé lo que se propone señorita Lacroix y, créame, lo ha conseguido. La próxima vez irá en la bodega de carga, atada y amordazada y metida en un cajón. Le aseguro que encargarme de que viaje en esas condiciones me producirá muchísimo más placer que cambiarle el billete por uno de primera clase.Espero ansioso su regreso.

Ese es el problema del humor de Draco, que nunca estoy segura de si bromea o si está enfadadísimo. Sospecho que, en esta ocasión, está enfadadísimo. Con cuidado, para que no me vea la azafata, tecleo una respuesta.

¿Bromeas? ¿Verdad?, no tengo ni idea de si estás bromeando o no. Si no bromeas, mejor me quedo en Paris. Los cajones están en mi lista de límites infranqueables. Siento haberte enfadado. Dime que me perdonas. 

LLega una respuesta inmediata y el nudo en mi estómago se intencifica.

Bromeo.  ¿Cómo es que estás mandando correos? ¿Estás poniendo en peligro la vida de todos los pasajeros, incluida la tuya? Creo que eso contraviene una de las normas. 

Guardo la laptop, me recuesto en el asiento mientras el avión entra en pista. Una vez en el aire, echo mi asiento para atrás y no tardo en quedarme dormida.La azafata me despierta cuando iniciamos el descenso en Paris. Son las 7:30h, hora local, pero solo he dormido unas cuatro horas o así. Estoy somnolienta, pero agradezco el zumo de naranja que me ofrece la azafata. Miro nerviosa la laptop. No hay más correos de Draco. Me armo de valor y envío un correo.

Nunca he querido más - Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora