Lo primero que noto es el olor: piel, madera y cera con un ligero aroma a limón. Es muy agradable, y la luz es tenue, sutil. En realidad no veo de dónde sale, de algún sitio junto a la cornisa, y emite un resplandor ambiental. Las paredes y el techo son de color verdes oscuro, y el suelo es de madera barnizada muy vieja. En la pared, frente a la puerta, hay una gran X de madera, de caoba muy brillante, con esposas en los extremos para sujetarse. Por encima hay una gran rejilla de hierro suspendida del techo, como mínimo de dos metros cuadrados, de la que cuelgan todo tipo de cuerdas, cadenas y grilletes brillantes. Cerca de la puerta, dos grandes postes relucientes y ornamentados, como balaustres de una barandilla pero más grandes, cuelgan a lo largo de la pared como barras de cortina. De ellos pende una impresionante colección de palos, látigos, fustas y curiosos instrumentos con plumas.
Junto a la puerta hay un mueble de caoba maciza con cajones muy estrechos, como si estuvieran destinados a guardar muestras en un viejo museo. Por un instante me pregunto qué hay dentro. ¿Quiero saberlo? En la esquina del fondo veo un banco acolchado de piel de color verde, y pegado a la pared, un estante de madera que parece una taquera para palos de billar, pero que al observarlo con más atención descubro que contiene varas de diversos tamaños y grosores. En la esquina opuesta hay una sólida mesa de casi dos metros de largo, y debajo, dos taburetes a juego. Pero lo que domina la habitación es una cama. Es más grande que las de matrimonio. No hay ropa de cama... solo un colchón cubierto de piel verde, y varios cojines de satén en un extremo. Alzo los ojos y observo el techo. Está lleno de mosquetones, a intervalos irregulares. Me pregunto por un segundo para qué sirven. Es extraño, pero toda esa madera, las paredes oscuras, la tenue luz y la piel esmeralda hacen que la habitación parezca dulce y romántica... Sé que es cualquier cosa menos eso. Es lo que Draco entiende por dulzura y romanticismo. Me giro y está mirándome fijamente, como suponía, con expresión impenetrable.
Avanzo por la habitación y me sigue. El artilugio de plumas me ha intrigado. Me decido a tocarlo. Es de ante, como un pequeño gato de nueve colas, pero más grueso y con pequeñas bolas de plástico en los extremos.
—Es un látigo de tiras —dice Draco en voz baja y dulce.
Un látigo de tiras... Vaya. Creo que estoy en estado de shock. Mi subconsciente ha emigrado, o se ha quedado muda, o sencillamente se ha caído en redondo y se ha muerto. Estoy paralizada. Puedo observar y asimilar, pero no articular lo que siento ante todo esto, porque estoy en estado de shock. ¿Cuál es la reacción adecuada cuando descubres que tu posible amante es un sádico o un masoquista total? Miedo... sí... esa parece ser la sensación principal. Ahora me doy cuenta. Pero extrañamente no de él. No creo que me hiciera daño. Bueno, no sin mi consentimiento. Un sinfín de preguntas me nublan la mente. ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Con qué frecuencia? ¿Quién? Me acerco a la cama y paso las manos por uno de los postes. Es muy grueso, y el tallado es impresionante.
—Di algo —me pide Draco en tono engañosamente dulce.
—¿Se lo haces a gente o te lo hacen a ti?
Frunce la boca, no sé si divertido o aliviado.
—¿A gente? —Pestañea un par de veces, como si estuviera pensando qué contestarme—. Se lo hago a mujeres que quieren que se lo haga.
—No lo entiendo. Si tienes voluntarias dispuestas a aceptarlo, ¿Qué hago yo aquí?
—Quiero hacerlo contigo, lo deseo.
—Oh.
Me quedo boquiabierta. ¿Por qué? Me dirijo a la otra esquina de la sala, paso la mano por el banco acolchado, alto hasta la cintura, y deslizo los dedos por la piel. Le gusta hacer daño a las mujeres. La idea me deprime.
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Nunca he querido más - Draco Malfoy
Novela JuvenilSigue la vida de Gia Lacroix, una tímida chica virgen, y Draco Malfoy, un enigmático y adinerado empresario/mago. Una relación intensa y complicada comienza a desarrollarse, desafiando los límites del amor y el deseo. Contenido +18.