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Dio un par de vueltas en el auto. Conducir en las turbulentas calles de la ciudad no conseguía calmarlo.

Chris aceleró más de lo que debía apenas el semáforo cambió. Podía estrellarse y dejar que el auto estallara en medio de la avenida. Los pensamientos suicidas se multiplicaron al darle una mirada al trébol de cuatro hojas que lo observaba desde el asiento del copiloto.

¿Qué estaba haciendo? Se preguntó. ¿Suicidarse sería suficiente para escapar de Trevor? Abandonar el mundo no era una opción. Dominick se quedaría solo a merced del Trébol y la sola idea era aterradora.

Las cintas de vídeo que Trevor atesoraba formaban una muy nutrida y abominable colección de la cual  se sentía orgulloso. Chris no sólo vio algunas escenas, sino que estuvo a punto de ser parte del reparto.

La afición de Trevor de producir ese tipo de contenido era espeluznante. Casi tanto como lo mucho que disfrutaba. La sola idea de que Dominick fuera el siguiente en los mórbidos planes de su jefe, lo volvería loco de atar.

Una vez en el hospital, tuvo toda la intención de ingresar, pero una figura familiar lo hizo detenerse en seco.

No era una coincidencia, al contrario, el hecho que estuviera en la entrada confirmaba todas y cada una de sus más oscuras sospechas.

—¿Qué carajo haces aquí? ¿Me estás siguiendo o que mierda? —masculló acercándose a quien lo miraba fijamente a unos pasos de la puerta del hospital.

—Lo mismo puedo preguntarte, pero no me interesa —respondió Harris con un gruñido amenazante.

De imponente estatura y cuerpo macizo, Harris se plantó en la entrada. Chris reprimió una grosería. Demasiada gente transitando como para liarse a balazos en plena avenida.

Un guardia de seguridad los miraba de reojo mientras que sostenía una radio en una mano. El lenguaje corporal de ambos los ponía en evidencia.

Chris se acercó, sin embargo, ejerciendo todo el autocontrol del que era capaz. Harris lo recibió tensando los músculos, esperando un ataque.

—¿Entonces estás de portero? ¿También vas a aparcar autos o solo vas a estorbar?

A Harris se le agrió el rostro y se le fruncieron las cejas.

—Piensa lo que quieras. Igual, llegas demasiado tarde, muchacho.

La respuesta de Harris elevó las alarmas en la mente de Chris. Sin pensarlo avanzó un paso de más consiguiendo que su rival se ponga en guardia, bloqueándole deliberadamente el ingreso.

—Esto es un hospital, ten algo de respeto, hijo. Hay gente recuperándose allá adentro. Si quieres problemas, vete a otro lado.

Las palabras de Harris llegaron a oídos de los demás transeúntes y del guardia de seguridad que decidió intervenir. Se acercó con cautela y sin lugar a duda ya había pedido refuerzos.

—¿Todo bien muchachos?

—Todo bien, jefe —replicó Harris al guardia de seguridad quien lo miraba con intensidad.

Sabía bien que debía tener cuidado. El color de su piel lo convertía en presa fácil para un policía. Podía defenderse sin problema. No sería una estadística más ni harían marchas pidiendo justicia por él. Sin embargo, no era prudente llegar a esos extremos.

—Pues parece que algo sucede, por eso estoy aquí. No queremos tener problemas, ¿verdad?

Chris gruñó entre dientes y Harris tuvo deseos de menear la cabeza. Ese chico era un verdadero dolor de culo, pero ese guardia de seguridad no se quedaba atrás. Sin embargo, no podía dejar de sentir una gran sorpresa al ver que Chris no le saltaba a la cara como perro rabioso.

Rapsodia entre el cielo y el infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora